Conocer Su Voz

Lea este artículo con gran atención a la Palabra que se va a compartir, para que pueda entenderla y recibir la revelación que transforma. Porque cuando la vida de uno es transformada a través de la revelación que viene de la Palabra de Dios, uno entra en un proceso de transformación constante y adquiere poder para vencer todo.

La vida en la fe de Jesucristo no es una vida cualquiera; es una vida victoriosa. Sin embargo, esto no significa que no habrá problemas o luchas. Al contrario, cuando uno tiene fe en Jesús, enfrentará pruebas y persecuciones por causa de esa fe. Incluso, estas pruebas y persecuciones pueden comenzar en casa con su familia, en el trabajo, y en todos los lugares donde lleve esta fe. A pesar de las tentaciones y tribulaciones, Él nos dará el poder para vencerlo todo. Por eso, es necesario que realmente lo conozca a Él.

La Palabra que se compartirá hoy es el testimonio de Samuel, hijo de Ana. Samuel fue entregado por su madre al templo y criado allí, pero no conocía a Dios. Esto es similar a muchos en la iglesia, incluso aquellos en la obra, como lo estaba Samuel.

La Palabra de Dios dice: “El joven Samuel servía al Señor en presencia de Elí…” (1 Samuel 3:1). Según la Palabra, Samuel servía a Dios en la presencia de Elí, lo que significaba que él no tenía una fe propia. Dependía de las orientaciones del sacerdote Elí.

Continúa: “La palabra del Señor escaseaba en aquellos días, las visiones no eran frecuentes” (1 Samuel 3:1). En aquel tiempo, Dios actuaba a través de visiones y sueños. Hoy, Él actúa a través de la Palabra.

Prosigue: “Y aconteció un día, estando Elí acostado en su aposento (sus ojos habían comenzado a oscurecerse y no podía ver bien), cuando la lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el templo del Señor donde estaba el arca de Dios” (1 Samuel 3:2-3). El “arca” simboliza la presencia de Dios, y Samuel estaba junto al arca. En otras palabras, Samuel estaba en la presencia de Dios, pero no tenía la presencia de Dios. Este es un problema común entre muchos en la iglesia. Estar en la presencia de Dios no es suficiente; uno debe tener esta presencia y ser uno con Él, sometiéndose al Nuevo Nacimiento y transformándose para recibir el bautismo con el Espíritu Santo.

 

La Palabra revela más: “El Señor llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí” (1 Samuel 3:4). En este contexto, “Heme aquí” significa: Tú me tienes todo. Todo lo que uno es y quiere ser, y lo que uno tiene y quiere tener está entregado a Él.

La Palabra dice más: “Entonces corrió a Elí y le dijo: Heme aquí, pues me llamaste. Pero Elí le respondió: Yo no he llamado, vuelve a acostarte. Y él fue y se acostó. El Señor volvió a llamar: ¡Samuel! Y Samuel se levantó, fue a Elí y dijo: Heme aquí, pues me llamaste. Pero él respondió: Yo no he llamado, hijo mío, vuelve a acostarte. Y Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había revelado aún la palabra del Señor” (1 Samuel 3:5-7). Aquí radica el detalle principal: la única voz que Samuel había escuchado hasta entonces era la del hombre, no la de Dios. Esto es problemático, ya que lo que nos fortalece y da las condiciones para permanecer es la voz de Dios. La única manera de escuchar la voz de Dios es conociendo al Señor Jesús a través de Su Palabra. Si uno no lo conoce, Su voz solo será letra o información sin impacto. Uno debe meditar para que Dios le hable. Escuchar la voz de Dios no es escuchar cualquier voz. Cuando vienen las dificultades, Su voz nos guía.

¿Qué significa escuchar la voz de Dios?

La Palabra dice: “La voz del Señor es poderosa…” (Salmos 29:4). Es imposible escuchar la voz de Dios y seguir caído, desalentado o entregado a pensamientos malignos. Porque la voz de Dios es poderosa.

Pero la pregunta clave es: ¿Usted ha escuchado la voz de Dios y con qué frecuencia?

escuchar la voz de Dios de manera frecuente revela si uno vive en comunión con el Espíritu Santo. Si uno no escucha la voz de Dios frecuentemente, es porque no tiene comunión con Él. No es suficiente solo estar en Su presencia; uno tiene que tener comunión con Él. Si no, como Samuel cuando estaba junto al arca, no vamos a reconocer Su voz cuando Él habla. El desconocimiento de Su voz nos llevará a la derrota porque no sabremos cuándo Él quiere alejarnos de los caminos equivocados.

Para entender más, reflexione en 2 Corintios 13, que habla del amor de Dios, de la gracia del Señor Jesucristo y de la comunión con el Espíritu Santo. La comunión y la unión son distintas. No es suficiente tener unión; uno debe tener comunión con Dios para comunicarse con Él y saber lo que Él quiere de uno. Cuando vivimos en comunión, Él nos guía, nos conduce y nos orienta.

Conocer la voz de Dios no solo es escuchar; es entender y responder a Su llamado con una vida transformada y dedicada a Su propósito. La iglesia no es una invención humana; la iglesia es del Señor Jesús. Tal vez hombres son usados por Él para levantar una iglesia, pero la iglesia espiritual es del Dios. A medida de esta espiritualidad nosotros buscamos Su presencia para estar en ella constantemente, la Voz de Comunión. Y cuando tenemos esta comunión aprendemos a discernir Su voz en medio del ruido del mundo, llevándonos a una vida de victoria continua y Paz eterno.

Conocer la voz de Dios no solo es escuchar; es entender y responder a Su llamado con una vida transformada y dedicada a Su propósito. La iglesia no es una invención humana; pertenece al Señor Jesús. Aunque hombres puedan ser usados por Él para levantar una iglesia, la iglesia espiritual pertenece a Dios. Asistir a la iglesia es estar en Su presencia, pero no es lo mismo que poseerla. En nuestra búsqueda constante de Su presencia, descubrimos la comunión que Él espera de nosotros. Esta comunión nos capacita para discernir Su voz en medio del ruido del mundo, guiándonos hacia una vida victoriosa.

Dios le bendiga

Share This Post

More To Explore