El poder de la sumisión

Antes de leer este artículo, por favor considere esta pregunta: ¿Qué sucede cuando uno se somete a Dios?

 La Palabra nos guía así: “Entonces él bajó y se sumergió siete veces en el Jordán conforme a la palabra del hombre de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio” (2 Reyes 5:14). Según la Palabra, Naamán tuvo que someterse por completo para recibir la salvación de su alma.

Pero, ¿por qué tuvo que sumergirse siete veces?

Porque su situación requería este acto sobrenatural. Naamán tenía muchas buenas cualidades, pero creía más en el poder del hombre y en otros dioses, y no en Dios. Es por esta razón que su situación requería una sumisión sobrenatural. Es decir, él tenía que hacer lo sobrenatural, y no lo natural, para recibir lo sobrenatural.

Pero, para que lo sobrenatural ocurra en la vida de uno, es necesario hacer lo sobrenatural.

La Palabra nos revela más: “Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, el hierro del hacha se le cayó al agua; y gritó, y dijo: ¡Ah, señor mío, era prestado! Entonces el hombre de Dios dijo: ¿Dónde cayó? Y cuando le mostró el lugar, cortó un palo y lo echó allí, e hizo flotar el hierro. Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano y lo tomó” (2 Reyes 6:5-7). En tiempos antiguos, cuando alguien perdía algo prestado, debía pagarlo con su vida. En este versículo, uno de los personajes pierde el hierro del hacha en las aguas del río. Es decir, el hierro se había hundido en un lugar donde no se podía recuperar. Sin embargo, el hombre de Dios lo guió para saber qué hacer y recuperar el hierro. En otras palabras, le indicó que hiciera algo sobrenatural, porque nadie espera que un palo corto haga flotar un hierro. La fe sobrenatural es así: uno tiene que pasar por situaciones para vencerlas y demostrar su fe.

La fe se demuestra por actos de sumisión.

Uno de los actos principales es el abandono del pecado mediante el bautismo del arrepentimiento. Sin embargo, el arrepentimiento es más que un acto de un solo día; es algo constante que uno busca todos los días. La Palabra nos guía así: “Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán” (Marcos 1:4-5). Según la Palabra, cuando uno se somete a Dios a través del bautismo, sus pecados son perdonados. Pero ahí está el detalle clave: debe haber sumisión; de lo contrario, no habrá perdón ni cambio en la vida de uno. El Señor Dios no puede actuar en la vida de una persona si no hay una sumisión verdadera.

El bautismo en las aguas lleva a una persona a ser salva.

Cuando uno verdaderamente toma la decisión de someterse, después del bautismo en las aguas, recibirá el Espíritu Santo. La Palabra nos enseña así: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu en el desierto” (Lucas 4:1). Según la Palabra, después de que el Señor Jesús fue bautizado en las aguas del río Jordán, Él fue lleno del Espíritu Santo. Sin embargo, el Espíritu Santo lo guió al desierto, y el Señor Jesús no tuvo miedo porque entendió que estaba guardado por Dios. Cuando uno está lleno del Espíritu Santo, comprende que Él está con uno en todo momento, porque uno está marcado por Él.

Ahora regresamos a la pregunta del principio: ¿Qué sucede cuando uno se somete a Dios?

La respuesta es simple: cuando uno verdaderamente se somete a Dios, es llenado por Él y recibe el Espíritu Santo. Sin embargo, para recibirlo, es necesario usar la fe sobrenatural para heredar lo prometido, que es lo sobrenatural. Pero no malinterpreten; el Señor no obliga a nadie. Él quiere que lo sigan por amor hacia Él, porque se ha revelado en sus vidas. Así como Naamán, quien al bajar para sumergirse siete veces se sometió para convertirse en la propia bendición, el Señor quiere que cada uno sea su propia bendición.

Tome su decisión y sumérjase en Él, porque Él lo está esperando.

Dios los bendiga a todos.

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