Antes de leer este artículo, por favor considere esta pregunta: ¿Qué es lo principal que se debe experimentar con Dios?
La Palabra de Dios nos enseña: “Entonces él bajó y se sumergió siete veces en el Jordán conforme a la palabra del hombre de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio” (2 Reyes 5:14). Según la Palabra, Naamán tuvo una experiencia con el poder de Dios a través de su sanación de la lepra. Sin embargo, por increíble que parezca, la sanación de su lepra no fue el milagro mayor que Naamán experimentó. La experiencia principal que Naamán vivió fue la que transformó su alma. Por lo tanto, la sanación de su cuerpo, en comparación con la transformación de su alma, es considerada pequeña.
La Palabra nos revela la transformación del alma así: “Y Naamán dijo: Pues si no, te ruego que, de esta tierra, se le dé a tu siervo la carga de un par de mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificará a otros dioses, sino al Señor” (2 Reyes 5:17). Es aquí donde uno aprende que la verdadera conversión, que resulta en la transformación del alma, es la salvación. Sin embargo, la salvación solo se recibe cuando uno sacrifica su ser, lo que significa que debe sacrificar su ego, su voluntad, sus deseos y otras creencias para recibirla. Es necesario entender que la salvación es mucho más importante que las bendiciones físicas que uno recibe de Dios. Pero uno solo puede obtener la salvación demostrándole a Dios su disposición al sacrificio.
Pero, ¿qué más es revelado con el acto del sacrificio?
Nos revela que uno, respetuosamente, tiene que separarse de la creencia en otros dioses. La creencia en otros dioses era lo que aniquilaba a Naamán con la lepra, porque él confiaba demasiado en el poder de los hombres. El sacrificio demuestra la sumisión que uno tiene hacia Él para hacer Su voluntad. Es más, si uno no se entrega al Señor, Él no puede actuar en su vida.
El testimonio de Naamán nos muestra que, cuando uno se entrega, se convierte en la bendición. Es ahí donde llegamos a entender que recibir una bendición no es suficiente; uno tiene que convertirse en la bendición. El Señor Jesús se sacrificó para salvar su alma. Con esto dicho, la meta siempre debe ser recibir el Espíritu Santo para tener una comunión con Él y convertirse en la bendición.
Este punto nos lleva a la pregunta planteada al comienzo del artículo: ¿Qué es lo principal que se debe experimentar con Dios?
Es la salvación del alma. Es en este punto donde uno es infinitamente más bendecido, porque es eterno. Considere y sométase a Él para que, al igual que Naamán, usted también sea la bendición.