Lea este artículo con gran atención a la palabra que se va a usar. Ustedes necesitan entender cómo uno comienza la solución de su alma. Porque cuando uno usa el don del perdón y es perdonado por la gracia del Señor, su alma es salva.
Pero, ¿cómo sabe uno que ha recibido perdón?
Uno sabe que ha recibido el perdón de Dios cuando percibe paz interior. Tenga por seguro que la señal principal de la salvación es la paz y alegría en el Espíritu Santo. Pero aún seguimos viviendo en este mundo donde tenemos que comer, vestirnos y vivir. En otras palabras, tenemos que hacer las cosas esenciales para seguir viviendo. En el movimiento de la vida, muchas veces se nos olvida que Dios quiere que nuestra vida refleje su gloria y grandeza. Además, el Espíritu Santo nos enseña: “…la gloria de los hijos son sus padres” (Proverbios 17:6). En otras palabras, si los hijos de uno fracasan, uno también fracasará. Por lo tanto, hoy que tenemos el entendimiento de la relación entre un padre y un hijo, debemos usar este tipo de relación con Él, porque Él es nuestro Padre. Si uno de padre no acepta que sus hijos fracasen o sufran, cuanto más Él que nuestro Padre celestial.
Entonces, el apóstol Pablo, por el Espíritu Santo, oró por el crecimiento espiritual de las iglesias de los tiempos antiguos y de hoy. Este crecimiento espiritual era para que nosotros tuviéramos un crecimiento en la vida y venciéramos este mundo. Cuando uno tiene un crecimiento espiritual, este crecimiento resplandece en la vida económica, familiar, sentimental y física.
Uno debe probar lo que está escrito en la Palabra. Por esta razón, es importante que uno lea la Biblia y medite en ella. Cuando uno medita en la Palabra y después escucha la predicación, podrá distinguir la diferencia entre la Palabra y las palabras de un hombre porque sabe lo que está escrito. Saber distinguir entre los dos es el resultado de tener discernimiento. Todos necesitamos discernimiento, porque uno debe saber durante la predicación si lo que el obispo o pastor está predicando es una opinión o la Palabra de Dios.
Entonces, la Palabra de Dios nos guía así, “Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:18). Según la Palabra, la referencia del llamamiento es la salvación cuando uno vive por la fe.
Pero, ¿cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia?
Santos somos nosotros. No somos santos como lo expresan otras religiones. Todo aquel que entrega su vida al Señor Jesús y busca tener una vida que esté de acuerdo con Su voluntad es considerado santo.
Continua: “y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder” (Efesios 1:19). Según la Palabra, no basta con hablar de la grandeza; Él habla de la “extraordinaria grandeza.” Si ya fuera impresionante hablar de lo extraordinario de Dios, Él aún nos ofrece más al hablar de Su extraordinaria grandeza. Pero la extraordinaria grandeza de Su poder es para nosotros. Los que creen conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder.
Sin embargo, es importante entender que cuando uno realmente tiene el Espíritu Santo, lo principal que recibe es la capacidad de pensar conforme a Su Palabra. Cuando uno posee el Espíritu Santo, razona únicamente según Su Palabra; esta acción nos permite tomar posesión de la fe. Utilizar la fe significa tomar posesión de lo que Él ha prometido. Además, cuando el Espíritu Santo actúa en nosotros, dejamos de enfocar nuestra fe en las soluciones para resolver nuestros problemas; en cambio, centramos la fe en las promesas de Dios. Si consideramos la extraordinaria grandeza de Su poder, nuestros problemas parecen pequeños e insignificantes en comparación. No se debe uno entregar a las preocupaciones de sus problemas; en cambio, hay que perseguir las promesas, porque las promesas son grandes.
La Palabra de Dios afirma así, “Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros” (Efesios 3:20). Entonces, cuando el poder del Espíritu Santo actúa en uno, recibe seguridad sobre lo que sucederá en su vida, porque está actuando en la fe. Si el poder del Espíritu Santo actúa en nuestro ser, estamos actuando en la fe.
¿Cómo sé que el poder del Espíritu Santo no está actuando en mí?
Cuando uno se entrega a la tristeza, el desánimo, el desaliento, el desasosiego y la inquietud, y si permite que el miedo, la duda y las preocupaciones, que son provocadas por los problemas, dominen su vida, es porque el Espíritu Santo no está actuando. Por ejemplo, si uno observa el estado del mundo, se dará cuenta de que estamos viviendo en los finales de los tiempos, porque el mundo está empeorando. Pero cuando uno es nacido del Espíritu Santo, es indiferente a lo que está sucediendo en el mundo, porque está seguro de su salvación. Es decir, uno está tranquilo porque vive bajo las promesas de Dios. Sin embargo, aunque uno sea de Dios, si no permite que el poder del Espíritu Santo actúe en él, será dominado naturalmente. Humanamente, uno es dominado porque vive en este mundo infernal. El mundo en el que vivimos está dominado por el infierno, por Satanás y sus demonios. Si reflexionamos sobre lo que el mundo nos ofrece, nos daremos cuenta de que el mundo está lleno de odio y envidia. Siempre encontraremos a alguien que nos envidie y desee el mal. Además, quizás haya alguien conocido que en este momento está practicando brujería contra usted, y no dude de esto porque, como se mencionó, siempre hay alguien que nos desea el mal. Pero cuando el Espíritu Santo actúa en uno, nada puede afectarlo, porque está protegido por Él. Por estas razones, uno debe buscar las grandezas de Dios.
No permita que lo prometido se le escape día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Realice un acto de fe para que el Espíritu Santo habite y actúe en usted. Emprende una campaña de fe, reconcíliese con Dios.