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Dos ejercitos en combate

Dos ejercitos en combate

Los dos ejércitos, el del bien y el del mal, entraron en combate. La batalla de Miguel y los ángeles de Dios contra el diablo y sus ángeles corruptos fue la primera pelea de toda la historia.

La fidelidad y la sed de justicia de los ángeles del Altísimo, con sus espadas de fuego, fueron poderosas armas espirituales para empujar a las tinieblas hacia afuera del Reino de la Luz.

“Nunca más se burlarían a espaldas de Dios. Nunca más, en el Cielo, habría interrupción de la paz, del júbilo, de la reverencia y del temor al Señor. Nunca más, en el Cielo, habría infidelidad, discordia, contienda, envidia, maledicencia o celos, sino que reinaría eternamente el temor a Dios.

Incluso con su resistencia, Satanás fue desterrado del Cielo y privado de toda forma de favor de parte de Dios. Este rompimiento era final y decisivo, por lo tanto, sin derecho a reconciliación y a un futuro retorno. En el veredicto Divino, quedó establecido que jamás el diablo volvería a la habitación del Todopoderoso u obtendría cualquier tipo de victoria sobre aquellos que andan en la justicia de lo Alto.

Satanás y sus demonios (ángeles caídos) fueron, entonces, lanzados a la Tierra, y sus actividades malignas fueron transferidas a este pequeño planeta.

Este episodio explica la furia y el deseo de venganza que Satanás mantiene hasta el día de hoy, y mantendrá hasta el fin. Él sabe que su condenación y su destino en el lago de fuego forman parte de una decisión irreversible.

El Señor Jesús recordó esta escena tan pronto como Sus 70 discípulos volvieron, eufóricos, de una misión.

(…) Yo veía a Satanás caer del Cielo como un rayo”. Lucas 10:18.

El motivo de la gran alegría de los discípulos era la manifestación del poder que había en el Nombre de Jesús. Cuando fueron a llevar la Palabra de Salvación a las aldeas vecinas, recibieron autoridad para curar enfermedades y expulsar demonios. La experiencia de ver al mal someterse a sus órdenes y salir inmediatamente de la vida de las personas había sido algo maravilloso para esos hombres simples, pero no era nada nuevo para el Hijo de Dios. Después de todo, Él ya había visto hecho semejante. La caída de Satanás del Cielo fue súbita como un rayo que, rápidamente, sale de las nubes y llega a la Tierra. Esto muestra que, bajo el mandato de Dios y de Sus hijos, no hay la menor posibilidad de que prevalezca el diablo. Cuando lo expulsamos de nuestra vida y de la vida de las personas, él revive lo que le ocurrió, en el Cielo, en el pasado.

Autor: obispo Macedo