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El fracaso en las oraciones

El fracaso en las oraciones

El fracaso en las oraciones se da, básicamente, por el hecho de tener cualquier sentimiento de rencor en el corazón contra quien sea. A ese respecto el Señor Jesús dijo:

“Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.”

Mateo 6:14-15

También enseñó por medio de una parábola lo importante que es mantener el corazón limpio de cualquier sentimiento malo contra alguien, diciendo:

“Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y que se le pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré”. Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: Paga lo que debes. Entonces su consiervo, cayendo  a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te pagaré. Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti? Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.”

Mateo 18:23-35

No es difícil hacer una valoración de la importancia del perdón en esta parábola por los valores en cuestión, pues la diferencia entre diez mil talentos, que representan muchos millones de dólares o aproximadamente ciento ochenta años de trabajo, y cien denarios, que representan sólo cien días de trabajo, es tremenda.

Al siervo malvado se le había perdonado una deuda impagable, pero él, sin considerar la gran compasión de su Señor, lanzó a la prisión a alguien que le debía sólo la miserable cantidad correspondiente a cien días de trabajo.

Esta es la idea de la parábola: Nos lleva a considerar que el perdón que Dios nos ofrece sería impagable si no fuese por Su misericordia hacia nosotros.

Y el perdón que debemos tener para nuestro prójimo es insignificante en comparación de aquel que hemos recibido de Dios. Por eso el Señor exige que nos perdonemos unos a otros de todo corazón para que también alcancemos Su perdón.

La oración no siempre es respondida porque el corazón está contaminado de sentimientos de rencor hacia terceros. ¡Y no sirve de nada pensar que fue la otra persona la que se equivocó y que es ella la que tiene la culpa, y que por ese motivo quien tiene que disculparse o pedir perdón es ella! ¡El problema no es quien tiene o no razón, sino quien está con el corazón lleno de rencor! Observe que el Señor Jesús fue bien claro cuando dijo:

“…si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti…”

Mateo 5:23

Es decir, a veces la persona no tiene nada en contra de su hermano pero siente que él tiene algo contra ella, no necesita que sea mucho, sino apenas alguna cosita, por pequeña que sea, se hace necesario reconciliarse consigo mismo, con su prójimo y con Dios.

No sirve que la persona encuentre un millón de disculpas intentando justificarse delante de los demás compañeros… Si el corazón de ella tiene alguna cosa o siente que alguien nutre algún sentimiento contra ella, aunque sea algo mínimo, entonces su oración no tendrá valor delante de Dios.

La verdad es que el corazón necesita estar completamente limpio, sólo de esa manera, él podrá servir a Dios. No podemos olvidarnos de que el corazón es el lugar donde Dios habla con Sus siervos, por eso necesita estar siempre limpio y transparente para que se pueda oír la voz del Espíritu Santo.

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