El librito abierto (Parte 3)

Las preguntas que después vienen a nuestro corazón son: Por qué Juan tuvo que comer el librito. Y por qué él era dulce como miel en la boca, ¿pero el estómago amargo? antes de responder a estas preguntas, es interesante verificar por qué aconteció lo mismo con el profeta Ezequiel, cuando fue llamado para profetizar a los hijos de Israel. en aquella oportunidad, el Señor le dijo:

«Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crio. Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué» (Éxodo 2:1-10; 3:1-3).

Verificamos en esta escritura que, primeramente, Dios escogió a Su siervo para una obra. Y enseguida a su llamada, Ezequiel es preparado para profetizar para un pueblo de corazón obstinado y rebelde. Para tanto, él precisa ingerir el libro que está lleno de lamentaciones, suspiros y ¡ayes! Él tiene que experimentar por sí mismo aquello que va a dar para otros. Es como el vendedor. Él solamente tendrá éxito en sus ventas, si él hubiese probado y aprobado el producto que está para vender. Así también ha de acontecer con el hombre de Dios. Para que él pueda transmitir Espíritu y Vida que hay en la Palabra de Dios tiene que salir de dentro de sí con el mismo Espíritu y Vida que en él existe. El profeta Ezequiel y el apóstol Juan tuvieron que comer de la Palabra de Dios para que tuviesen condiciones espirituales de transmitirla con fidelidad, palabra por palabra, con el fin de que su objetivo fuese alcanzado también con fidelidad.

En el caso del librito que Juan come, él se apropia de su mensaje y prueba tanto su gozo como el sufrimiento. Eso ha sucedido con todos los hombres de Dios, pues, si por un lado ellos sienten el sabor de la miel en la boca, es decir, la alegría de poder transmitir a los otros aquello que Dios les ha dado, por otro lado, ellos sienten la agonía por aquellos que se pierden, por rechazar la ofrenda de perdón. Entonces, el gusto amargo en el estómago, está relacionado con muchas tribulaciones que el hombre de Dios pasa para intentar salvar a los perdidos, sabiendo que, si eso no acontece, entonces ellos sufrirán el juicio eterno.

Solamente después de él haber devorado y librito, fue que él dio la siguiente orden: «Es necesario que aún profetices con respecto a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes». Ahí, entonces está la razón de por qué él tuvo que comer el librito.

Continuará…

Si le interesa lea también: El librito abierto (Parte 2)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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