Es el aceite por el cual se ha orado pidiendo que sea para bendición tal como oramos por el pan y el vino de la Santa Cena.
Dicen los tradicionalistas tozudos: “El óleo bendecido sólo puede ser administrado por el presbítero…”, y también cosas como “Yo no puedo entender cómo “ellos” distribuyen un elemento tan sagrado”. Según los criterios, la sistemática de la unción con óleo debe ser sólo como afirma Santiago 5:14-15, que dice: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.
Ahora imagine amigo lector, si llamáramos a los presbíteros de las iglesias para ungir con óleo a todos los enfermos que hay entre nosotros. Primero, el número de enfermos que hay entre nosotros es casi infinito y el número de presbíteros en las iglesias es ínfimo. ¿Cómo conseguiríamos atender toda la necesidad imperante en nuestra sociedad? ¡Imposible! Ésta es la razón por la que distribuimos el óleo bendecido a todas las personas; por ser más práctico, objetivo y mucho más operativo. Práctico, porque todos pueden tenerlo en casa, y a la hora de la necesidad, hacer uso de él, objetivo, porque alcanza de inmediato a todos los que de él necesitan y, por lo tanto, mucho más operativo.
Fue por eso mismo que el apóstol Pablo, no pudiendo visitar las iglesias de Asia, envió sus objetos de uso personal y también los lienzos que él mantenía para uso propio. ¿Y qué sucedió? Todos los enfermos y perturbados, al tocar aquellos objetos de Pablo, inmediatamente eran sanados y liberados. ¿Dónde está escrito en la Biblia que debemos mandar nuestros objetos personales para los enfermos? ¿Estaría él también mistificando la obra de Dios o quería presentar un Cristo Vivo y activo para todos los que Le invocan en espíritu y en verdad, activando la fe de los enfermos a través medio de sus objetos de uso personal?
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