La Santa Cena en la Iglesia Primitiva
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” 1 Corintios 10:16
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” 1 Corintios 10:16
Cierto día, un feo y negro cuervo consiguió robar un apetitoso trozo de carne a unos pastores que estaban en el campo preparando la comida.
El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?
Las bendiciones que provienen de las ofrendas son muchas, mas no tantas como la de los diezmos, ya que éstas son ilimitadas.
La Biblia dice que somos coherederos con Cristo de la herencia de Dios: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo y como hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7).
Usted, amigo lector, está invitado a ser diezmista, a probar el amor y la fidelidad de Dios y Su plan en relación al dinero.
¿Quién tiene el derecho de probar a Dios y exigirle aquello que prometió? ¡El diezmista! Una de las grandes razones por las que debemos dar el diezmo es ésta…
Cuenta una antigua historia que una vez un hombre iba cargado con un gran saco de lentejas.
El diezmo es importante para Dios y para la Iglesia. Ésta nada puede hacer para alcanzar a los perdidos sin dinero, tan necesario en esta sociedad de consumo en que vivimos.
El dinero en la Obra de Dios es fundamental. Es capaz de transformar el curso de este mundo a través del mensaje vivo y poderoso del Evangelio del Señor Jesucristo.