Este es el cuadro que la Iglesia de nuestro Señor presenta hoy. Y cabe la cada uno de Sus seguidores esforzarse el máximo para invertir esta situación. Lo que no es imposible y ni difícil, pues ser mismo Dios que libró a Israel de las manos de sus enemigos, librará también Su Iglesia de todas las fuerzas del infierno.
Basta que nosotros los cristianos rasguemos nuestros corazones a través de la oración, del ayuno, en fin, de la determinación de cambiar esta situación. Cuando cada seguidor del Señor comienza a testimoniar de todo corazón, sin miedo a ser detenido, mal comprendido o ridiculizado, entonces el Espíritu Santo encontrará espacio para avivar Su pueblo y hacerlo conquistar para la gloria de Su Santo Hijo Jesús.
«Cuando estuviere, entonces, concluido el testimonio que deben dar, la bestia que surge del abismo peleará contra ellas y las vencerá y matará». Y ahí es que se manifestará la gran victoria, porque de la misma forma aconteció con el Señor Jesús. Cuando le mataron, el diablo pensó que lo había vencido finalmente. Sin embargo, todo aquello estaba divinamente planeado, pues allí en el Calvario, nuestro Señor expió por todos aquellos que en Él creen de todo corazón.
¡Eso mismo! Su muerte trajo salvación para nosotros. Y de la misma forma como Él resucitó para la gloria del Padre, también nosotros resucitamos para la vida eterna. Por eso, Su muerte significa nuestra remisión, nuestra salvación y vida eterna. ¡Aleluya! Si, la muerte de estos testigos marcará la desmoralización total de la bestia, cuando ellas fuesen resucitadas después de los tres días y medio.
«… y sus cadáveres quedarán estirados en la plaza de la gran ciudad que, espiritualmente, se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado».
Podemos imaginar todos los vehículos de comunicación transmitido al vivo, vía satélite, las imágenes de aquellos cuerpos estirados, sin vida, en cualquier plaza de Jerusalén. Esto, paradójicamente, será excelente. Pues cuando ellas resucitasen, no habrá más quien pueda dudar de la gloria poderosa del Dios-Hijo, y al mismo tiempo desacreditar en la fuerza de la bestia.
Al principio, el hecho es terrible, pues Israel se separa de su fundamento: de Moisés y Elías. Y ahí, Jerusalén se transforma semejante a Sodoma y a Egipto: Sodoma- la síntesis del pecado; Egipto- La síntesis del enemigo. Así el Señor describe al apóstol a Jerusalén en los últimos tiempos.
Continuará…
Si le interesa lea también: Los dos testigos (parte 3)
Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo