En la verdad, los juicios divinos continuaban aconteciendo en la tierra mientras aquellas almas estaban debajo del altar. Y como no se completó el número de aquellos que irían a morir por causa de la Palabra de Dios y del testimonio del Señor Jesús, entonces tenían que reposar aún por poco tiempo y así esperar que se completase el número de aquellos que iban a ser salvos. Aquella vestidura blanca que ellos recibieron simbolizaba su justificación. Así como la Iglesia recibió en la tierra el Espíritu Santo de la promesa, como garantía de la gloria futura, también ella nunca recibió una vestidura blanca, como un adelantamiento de la gloria futura, teniendo en cuenta su fe en la Palabra de Dios y del testimonio que dieron del Señor Jesús en medio de la Gran Tribulación. en los tiempos remotos, los condenados a muerte estaban vestidos de negro antes de su ejecución. En contrate con eso, ellas ahora reciben la vestimenta blanca como prueba de su justificación por la sangre del Señor Jesucristo. Quiere decir: el Señor Jesús cambió la sentencia de ellas por el hecho de que ellas han tenido el coraje de confesarlo, incluso delante de la muerte martirizada. Y así, una vez más se cumple la palabra del Señor, cuando dijo: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 10:33).
El hecho de que esas almas, que están debajo del altar, tener que esperar aún un poco más de tiempo, nos hace acordarnos que aquellos grandes héroes de la fe del pasado, tales como: Abraham, Isaac, Jacob, José, Josué, David, Daniel, los profetas y tantos otros grandes delante de Dios que también tuvieron que esperar por el cumplimiento de las profecías en relación al Salvador Jesús, es decir, ellos tuvieron que esperar por aquellos que vendrían a ser salvos por la fe en el Señor Jesús, para que juntamente con estos, ellos pudiesen alcanzar la promesa. ¿Y no es esto exactamente lo que está escrito con respecto a ellos? «Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometió; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros» (Hebreos 11:39-40). Así, como aquellos héroes de la fe tuvieron que esperar por nosotros, esas almas debajo del altar también tendrán que esperar por los demás que serán sacrificados durante el resto de la Gran Tribulación por causa de la fe cristiana. Nosotros, a su vez, aún no subimos para quedarnos con nuestro Señor definitivamente porque también estamos esperando que otros vengan a ser salvos.
En muy probable que entre estas almas debajo del altar, estén nuestros seres queridos que, porque son cabezudos, temerosos, orgullosos, avarientos y sólo viven para pensar en las cosas de este mundo, y por eso no quieren aceptar el mensaje de salvación de la Palabra de Dios, pues, prefieren continuar dentro de sus religiones y vivir dentro de sus propias filosofías de vida. Y Dios, en Su infinita misericordia, los habla para ver con sus propios ojos los juicios sobre aquellos que han negado la fe en Su Santo Hijo Jesús. Y ellos dará una oportunidad de convertirse, a causa de nosotros. Eso aún va a acontecer debajo de la Gran Tribulación, y ellos que quisieren la salvación van a tener que gemir y hasta llorar de dolor para conseguirla. Naturalmente que eso podrá acontecer sólo para con aquellos que vivan hasta aquí, porque de lo contrario, no habrá otra oración para nuestros seres queridos debe ser: que ellos se conviertan ya o entonces para que permanezcan vivos hasta la Gran Tribulación.
Continuará…
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Autor: Obispo Edir Macedo