La medición del santuario (parte 2)

En ese capítulo once, nos encontramos en medio de la septuagésima y última semana de años que profetizó Daniel; es decir, en la segunda mitad de la Gran Tribulación. Verdad es que en Jerusalén se decidió todo, pues Dios estaba allí a través d4e Su Hijo Jesús, y reconcilió el mundo consigo incluso por el sacrificio del Calvario. también en Jerusalén hubo la Pascua; allí el Señor resucitó. En Jerusalén Él ascendió al cielo y en Jerusalén Él volverá conforme al siguiente escrito:

«He aquí, el día del Señor viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. Porque yo reuniré a todas las naciones para compartir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, más el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. Después saldrá el Señor y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día obre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur» (Zacarías 14:1-4)

Por tanto, todo será decidido en Jerusalén. La primera cosa en el trascurrir del tiempo de la toma de la herencia y expresa la actitud del apóstol Juan, pues, hasta entonces, él solamente vio y oyó. Mientras, después que él vio al _ángel fuerte o al Señor Jesús, él pasó a actuar: «Fui, pues, al ángel, diciéndole que me diese el librito. Él entonces me dice: tómalo, y devóralo…» (Apocalipsis 10:9).

Este librito contiene toda la herencia de los lavados en la sangre del Cordero de Dios, que él recibió representando toda la Iglesia glorificada del Señor Jesús, así como también los veinticuatro ancianos representan toda la Iglesia del Señor Jesús glorificada. Juan, tenía que continuar profetizando. ¿Pero qué tenía para profetizar? ¡Que el Señor Jesús y Su gloria volverían! Su Iglesia y Su gloria. Ahora el apóstol es transferido en espíritu para Jerusalén terrena y realiza un trabajo que no es visible para sus habitantes: él mide el templo. Eso acontece en la segunda mitad de la Gran Tribulación, cuando la bestia, el anticristo, estuviese en el auge de su poder. Es eso lo que nos da a entender el siguiente verso: «… más deja de parte el atrio exterior del santuario, y no lo mezcles porque él fue dado a los gentíos; estos por cuarenta y dos meses calcarán a los pies a la ciudad santa». El capítulo doce habla del mismo período.

Es importante saber que cuando leemos las indicaciones de tiempo en la Biblia, como, por ejemplo, un tiempo, tiempos, y mitad de un tiempo» o «cuarenta y dos meses» o «mil doscientos y sesenta días», eso se refiere siempre a los últimos tres años y medio de los siete años de tribulación. Cuando Juan mide el santuario, él lo hace con la autoridad que le fue conferida, una vez que este acto es puramente judicial. Significa limitación y posesión. Ese acto engloba separación, es decir, exclusión, pues como dice: «Mas deja a un lado el atrio…» El atrio, el que no es sagrado, es separado del santuario. Esta será la tarea de la iglesia glorificada y arrebatada, pues, el apóstol actúa proféticamente y representando a la Iglesia en el cielo.

Continuará…

Si le interesa lea también: La medición del santuario (Parte 1)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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