Antes de que lean este artículo, quiero que entiendan algo: si no hay entrega, uno no puede vencer. Y no estoy hablando de una entrega sincera, porque todos podemos ser sinceros ante los problemas; tiene que ser una entrega verdadera. Cuando uno se entrega verdaderamente es cuando uno recibe el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de la fe. Y cuando uno anda en el Espíritu de la fe de Dios, uno pasa a vencer, vencer a sí mismo. Todos tenemos que entender que nosotros, por naturaleza, a causa del pecado que heredamos de Adán y Eva, somos egoístas, egocéntricos, prepotentes, orgullosos y hasta mentirosos (la lista puede ser más grande).
Pero, cuando hay entrega verdadera, y el Espíritu de Dios obra la transformación que el Señor Jesús enseñó, que es el Nuevo Nacimiento, uno pasa a vivir por la fe que vence todo. Por este motivo, el Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, nos enseña así: “Poneos a prueba para ver si estáis en la fe; examinaos a vosotros mismos. ¿O no os reconocéis a vosotros mismos de que Jesucristo está en vosotros, a menos de que en verdad no paséis la prueba?” (2 Corintios 13:5).
¿Por qué uno tiene que examinarse?
Porque uno tiene que examinarse la consciencia, para ver si uno de verdad está viviendo de acuerdo con la fe. La fe que viene de la Palabra de Dios se enfoca en la salvación de su alma.
Tarde o temprano todos vamos estar cara a cara con la muerte. Pero, la pregunta clave es: ¿Qué pasar con nuestra alma en ese momento?
Uno puede decir, “yo soy bueno” o “yo siempre evité hacer lo malo;” es más, hasta puede decir uno, “yo siempre fui bien religioso.” Pero nada de eso salva, porque lo que salva es la fe. Cuando uno vive en la fe del Espíritu Santo, uno vive en obediencia a Su Palabra. Esto quiere decir que tenemos una conducta moral y un comportamiento espiritual de acuerdo con la Palabra; no significa que uno es perfecto, de vez en cuando uno peca y falla. Pero, cuando uno vive en la fe, la misma fe nos conduce a confesar nuestros pecados a Él. Este reconocimiento de nuestros pecados ante Él nos fortalece para abandonar los pecados y seguir luchando para no cometer los mismos pecados.
La fe bíblica nos da fe para todo: amar, perdonar, tener paciencia, perseverar y, lo más importante, nos da poder para permanecer en la presencia de Dios. Es más, esta fe nos da poder para enfrentar cualquier problema, lucha, prueba, tentación, persecución, injusticia, y permanecer con el corazón limpio y con la conciencia limpia; nos da poder para no murmurar.
¿Por qué?
Uno no debe murmurar porque cuando estamos en la fe, no vivimos para lamentarnos con nadie. El murmurar es reclamar de la vida, y cuando uno está en la fe, uno está seguro de que va a perseverar para recibir lo que está prometido.
La palabra murmuración es una palabra griega que significa hablar con malicia, protestar, estar insatisfecho, quejarse y descontento. La palabra murmuración viene de un ídolo falso que tenían los griegos que se llamaba Momos o Momus; este es un demonio y un espíritu maligno. Cuando uno murmura, uno está lamentándose, reclamando y espiritualmente inclinándose ante este ídolo falso. Si uno
se inclina ante este ídolo falso, le está dando poder para que lo desgracie, y esto es lo que pasa con la mayoría de la gente en el mundo.
Si usted reflexiona y ve lo que está pasando en el mundo, se dará cuenta de que la mayoría vive lamentándose por cualquier cosa, como la comida, y hay personas que ni tienen para comer. Este tipo de persona solo vive para murmurar porque no tiene fe y no está en la fe. El no tener fe es un problema porque significa que uno vive para sufrir derrota y fracasar en aspectos de su vida. Pero el problema no está en nada, ni en nadie, ni en nuestro alrededor. El problema está en nosotros.
Nosotros somos los responsables de nuestros problemas y nadie tiene la culpa. Cuando uno vive en la fe, uno se da cuenta de esto.
Repítase y dígase: Yo soy responsable de mis problemas y nadie más.
Les voy a dar un ejemplo de una señora que yo conocí en Brasil. Ella me paró un día y me dijo, “Obispo, mi hijo era auxiliar de pastor, y ahora fue echado de la obra y salió de la iglesia. Y yo he luchado, he orado, he hecho campañas, y ahora, gracias a Dios, logré traerlo. Pero todas las veces que él viene a la iglesia conmigo y ustedes están predicando, él me dice, ‘¿Está viendo? El pastor está diciendo que va a orar. Es mentira. El pastor está diciendo que va a ayunar. Es mentira. El pastor está hablando de la ofrenda. Es para él.’ Después me dijo, ‘Dependiendo de su respuesta, yo voy a quedar o no en la iglesia.’ En otras palabras, ella no nació de Dios, porque uno no depende de los hombres para estar en la iglesia. Uno viene para buscar al Señor Jesucristo.”
Le contesté, “Es cierto. Pero él solo le dice lo que él quiere ver y solo toma acciones y decisiones de acuerdo con los malos ejemplos en los que él decide concentrarse.”
Porque hay pastores que dicen que van a ayunar y ayunan. Hay pastores que dicen que van a orar por la madrugada, por el pueblo, y oran. Porque en todos los lugares hay los malos, los falsos y los verdaderos. En la obra de Dios yo he visto también malos ejemplos. Incluso cuando era joven, estaba comenzando, pero yo tomé la decisión de seguir los buenos ejemplos. Pero, principalmente, seguir lo que está escrito.
Cuando uno vive en la fe, uno no quiere saber de los malos ejemplos ni de los buenos, porque eso viene de un hombre, y donde hay hombre, hay pecado. Cuando uno vive en la fe de Dios, uno solo quiere saber lo que está escrito en la Palabra de Dios.
Entonces, cuando uno tiene la fe bíblica, y la está viviendo, y comportándose y actuando de acuerdo con esta fe, uno será justificado y aprobado por Él.
Cuando uno está aprobado por Él, uno tiene paz en su conciencia.
No importa lo que usted piense, no importa lo que la gente piense a su respecto, no importa lo que la gente hable, no importa lo que pase, porque uno tiene lo principal, tiene el tesoro en su ser: el Espíritu Santo.

