Un Llamado a la Limpieza

Antes de leer este artículo, por favor, reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que uno ha descubierto la importancia de sacar la basura?

La pregunta no se refiere a algo físico, sino a algo espiritual. En Jerusalén, la Puerta del Basurero tuvo una gran importancia, porque desde ahí se sacaba la basura para ser quemada fuera de la ciudad. En otras palabras, la basura no solo se sacaba, sino que se eliminaba por completo. Obviamente, para ellos, la basura se retiraba para mantener la ciudad limpia.

Pero, ¿por qué los israelitas mantenían limpia Jerusalén?

Los israelitas mantenían y limpiaban Jerusalén para purificarse y vivir una vida separada para Dios. De la misma manera, nosotros debemos aplicar este principio en nuestra vida espiritual.

La Palabra dice así: «¿Quién es como el Señor nuestro Dios, que está sentado en las alturas, que se humilla para mirar lo que hay en el cielo y en la tierra? Él levanta al pobre del polvo, y al necesitado saca del muladar, para sentarlos con príncipes, con los príncipes de su pueblo» (Salmo 113:5-8).

¿Usted habitaría en una casa sucia?

El Señor Dios es pureza, pero Él no puede entrar en su vida si uno no está dispuesto a dejar atrás lo que es necesario. Si regresamos al ejemplo de una casa, cuando alguien compra una nueva vivienda, no quiere llegar a un lugar sucio.

El Señor Dios nos da la oportunidad de un renuevo con el Nuevo Nacimiento, pero para que esto suceda, uno debe comprometerse a hacerlo en acción y verdad. Es decir, uno debe dejar el pasado atrás y limpiarse de toda la basura que lleva por dentro. Sin embargo, no hay que confundirse sobre quién está haciendo esta limpieza. Uno no lo hace por una religión, por una iglesia a la que asiste ni por un pastor. Lo hace por el Señor Dios.

Cuando uno entra en este proceso de sacar la basura, es necesario hacerlo con una buena conciencia.

La Palabra nos enseña así: «Pero el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera» (1 Timoteo 1:5).

Para estar limpio, uno debe tener una buena conciencia, y esta se alivia a través de la oración. Sin embargo, la oración requiere sinceridad. La buena conciencia y la sinceridad son lo que ayuda a purificar el corazón con el poder del Altísimo. El odio o el resentimiento no le ayudarán a avanzar en nada; esto solo lo detendrá, haciendo que siga igual y nunca experimente una verdadera transformación de vida y de alma. Uno puede tener miles de razones para odiar a alguien, y estas pueden ser humanamente razonables, pero esto solo hará que permanezca, espiritualmente hablando, en impureza. Cuando uno vive de esta manera, el único fruto que da es miseria, porque es lo que lleva por dentro.

El privilegio que aprendemos a través de la Puerta del Basurero es que Dios escoge a los despreciados o a quienes nadie considera para convertirlos en un testimonio aún más grande. Uno ha sido incluido en los planes de Dios.

Pero, ¿será que uno realmente quiere ser incluido en Sus planes?

Espiritualmente hablando, el mundo solo puede ofrecernos basura en comparación con lo que Dios tiene para darnos. En referencia al primer versículo que se compartió, cuando uno tiene comunión con Dios, para Él, uno es príncipe o princesa. Es decir, uno es la bendición, pero debe querer esta comunión. Uno debe desear desechar la basura de su ser, dejar atrás lo que no sirve para avanzar y obtener lo más importante: a Dios dentro de uno, el Espíritu Santo.

Recuerde, nada es obligado; todos tenemos una decisión. Pero el Señor siempre espera a cada uno para limpiarlo y ayudarle a sacar la basura, para que así pueda convertirse en una verdadera bendición. No se aferre a lo que ensucia su alma ni a lo que impide su transformación. Entréguele su vida a Dios con sinceridad, permita que Él haga una obra nueva en usted, y verá cómo su vida cambiará para reflejar Su gloria.

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