¿Qué quiebra el yugo?

Antes de leer este artículo, por favor reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que estamos alimentando la raíz del mal?

Cuando la Palabra afirma —o mejor dicho, cuando el Señor Dios promete algo—, debemos entender que, de Su parte, no hay ninguna duda de que Su promesa va a cumplirse. En otras palabras, para Dios no existen los intentos: Su promesa se va a cumplir si uno tiene fe y obedece.

La Palabra dice así: “Y sucederá en aquel día que la carga de Asiria será quitada de tus hombros y su yugo de tu cerviz, y el yugo será quebrado a causa de la grosura” (Isaías 10:27).

Para Dios no hay mañana ni ayer; lo de Él es siempre el hoy, porque Él es eterno. Cuando la Palabra dice “sucederá”, eso significa que, si uno usa su fe, recibirá la liberación y, como consecuencia, también la bendición y la salvación. Pero ahí está el detalle: uno debe tener fe para que esto suceda.

Ahora bien, el detalle con la liberación es este: uno es quien considera el problema, pero Dios no. El Señor nunca toma en cuenta el peso, el dominio ni la gravedad del problema o de la opresión que uno siente. El mal entiende que, ante los problemas, uno suele ser movido por las emociones; por eso, nos castiga a través de las emociones que sentimos.

El Señor desea liberarnos de cualquier problema, pero uno debe darle crédito con su fe. Imagínese, por ejemplo: hay muchos que acuden a un doctor por un tratamiento —sea por una razón u otra—, y el doctor les dice que dicho tratamiento no tiene garantía de funcionar, y aun así la gente se somete a él. Pero el Señor Dios sí da garantía; solo que uno debe tener fe. Para recibir esa garantía del Señor, es necesario buscar comunión con Él. Uno debe alimentarse de lo bueno y no permitir que la duda, la ansiedad o cualquier otra emoción lo domine o eche raíz dentro de su corazón.

 

El yugo es una raíz que ha crecido hasta convertirse en algo que domina nuestra vida. Esto sucede porque vivimos separados de Dios o tenemos poca fe. Por eso, uno debe alimentarse de lo bueno, porque cuando se sigue alimentando lo malo, eso se hace más grande en la vida.

Es como, por ejemplo, la amargura: cuando uno la sigue alimentando, esta empieza a dar fruto en el día a día con pensamientos como: “¿Por qué mi vida no va como yo quiero?”, “¿Por qué no tengo éxito como otros?”, “¿Por qué estoy soltero?” o “¿Por qué mi matrimonio tiene tantos problemas?”

No alimente la raíz del mal. Tenga fe y permita que el Señor quiebre el yugo. El mal siempre va a querer que uno se someta más y más a emociones malignas que tratan de perturbar la fe con duda y pleitos.

Con todo esto dicho, le sugiero que se alimente de lo bueno para no permitir que los pensamientos de opresión entren en su vida. Permita que el Señor obre en usted; tenga fe para que Él le quite el yugo y lo quiebre por completo. Venga a Su presencia con un corazón sincero, con fe, y Él le dará descanso, paz y nueva dirección.

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