Oír la verdad

¿Será que solo queremos escuchar lo que nos agrada?

Aunque no es fácil aceptarlo, a muchos no les gusta oír la verdad, porque nos confronta con una realidad que preferimos ignorar. La verdad revela lo que somos, no lo que aparentamos ser, y aceptarla requiere humildad. Escuchar la verdad no solo exige valentía, sino también una gran disposición para reconocer nuestros errores, debilidades y la necesidad de cambiar.

Sin embargo, la verdad no es algo pesimista; también nos muestra lo bueno que estamos haciendo y nos recuerda que siempre hay espacio para mejorar. La verdad aclara el estado de nuestra condición y nos brinda la oportunidad de reflexionar.

La Palabra nos habla de este tema así:

“Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos” (2 Timoteo 4:1-4).

Cuando la Palabra dice “Predica la palabra”, no solo se refiere a hablar, sino a permanecer firme en la verdad. Porque solo quien vive en la verdad puede hablar con sinceridad, con convicción y con el respaldo de Dios. La reflexión verdadera nace de una vida alineada con la Palabra; sin ella, nuestras palabras se vuelven vacías.

Es por esa razón que la Palabra también nos dice que insistamos a tiempo y fuera de tiempo, para que tengamos la capacidad de mantenernos firmes en cualquier situación, aunque sea difícil.

La Palabra nos alerta que, si no nos cuidamos espiritualmente y no nos aferramos a ella en todo momento, llegará un tiempo en que ni siquiera querremos oír la verdad. En otras palabras, nos apartaremos de la voluntad de Dios para hacer solamente la nuestra.

Tenemos que tener mucho cuidado con lo que oímos, porque es muy fácil complacer algo que deseamos, pero muchas veces esos deseos no nos satisfacen y nos hacen sentir vacíos.

La Palabra de Dios siempre nos traerá paz y felicidad, pero solo cuando nos aferramos a la verdad.

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