¿Estamos avanzando hacia la mejor vida que podemos tener?
Todos tenemos metas que queremos alcanzar. Algunos desean una familia grande, otros una carrera exitosa y otros simplemente una vida plena. Sin embargo, en el camino al éxito, muchas veces nos convertimos en nuestro propio obstáculo porque dudamos de nosotros mismos y de alcanzar la meta que deseamos.
El apóstol Pablo, inspirado por Dios, habló de este tema de la siguiente manera:
“A eso se refieren las Escrituras cuando citan lo que Dios le dijo: «Te hice padre de muchas naciones». Eso sucedió porque Abraham creyó en el Dios que da vida a los muertos y crea cosas nuevas de la nada” (Romanos 4:17).
Cuando no creemos en nuestra propia capacidad, Dios sí lo hace. Su mayor deseo es que tengamos una vida plena. Pero, para que eso suceda, debemos ser íntegros (completos) delante de Él. Este versículo habla de una promesa que parecía imposible para los ojos humanos, ya que Abraham aún no tenía descendencia. La promesa se cumplió porque Abraham creyó en Dios. Él no confió en sí mismo, porque sabía que de manera natural no podría lograr nada.
Esto nos lleva a una pregunta: ¿Cuántas personas se dejan consumir por los problemas del día a día?
Por el ejemplo de Abraham entendemos que la Biblia no existe solo para resolver problemas, sino para guiarnos a seguir promesas. Son Sus promesas las que traen las cosas a la existencia.
“Aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído que llegaría a ser el padre de muchas naciones. Pues Dios le había dicho: Esa es la cantidad de descendientes que tendrás” (Romanos 4:18).
La situación de Abraham era humanamente imposible: él ya era anciano y Sara, su esposa, era estéril. No había razón para tener esperanza de que tendrían un hijo. Esto nos muestra que la fe y las promesas de Dios no dependen de las circunstancias.
Abraham creyó aun cuando pasaba el tiempo y nada parecía cambiar. Su esperanza no era simple optimismo, sino confianza en la Palabra de Dios (la Biblia). Se mantuvo firme porque estaba basado en el carácter de Dios.
¿Qué debemos proteger ante todo?
“Y la fe de Abraham no se debilitó a pesar de que reconocía que, por tener unos cien años de edad, su cuerpo ya estaba muy anciano para tener hijos, igual que el vientre de Sara” (Romanos 4:19).
Lo que hizo Abraham fue no permitir que su situación debilitara su fe. Protegió su fe al no someterse a sus emociones.
Todos pasaremos por traumas o dificultades que nos harán llorar y entristecer, pero no debemos dejarnos dominar por sentimientos negativos. No podemos permitir que nuestro carácter defina nuestra fe.
Elías es otro ejemplo. Aunque fue un gran profeta usado por Dios, también era humano, con emociones y dudas.
“Elías era tan humano como cualquiera de nosotros; sin embargo, cuando oró con fervor para que no cayera lluvia, ¡no llovió durante tres años y medio!” (Santiago 5:17).
El versículo nos recuerda que Elías era como cualquiera de nosotros. Tenía emociones y dudas, pero no dejó que controlaran sus acciones. Igual que Abraham, confió en el carácter de Dios y en Sus promesas.
¿Qué significa ser fortalecido?
“Abraham siempre creyó la promesa de Dios sin vacilar. De hecho, su fe se fortaleció aún más y así le dio gloria a Dios” (Romanos 4:20).
Abraham nunca aceptó la derrota. En vez de rendirse, buscaba a Dios para fortalecer su fe. Siguió confiando, aun cuando pasaban los años y todo parecía imposible. Cada día que la promesa no se cumplía lo usaba como una oportunidad para confiar más.
Eso es ser fortalecido: confiar aunque todo parezca estar en contra, porque es en ese momento donde uno se afirma más en la fe.

