Milagro del Paralítico

¿Y qué sucederá con lo que somos cuando termine nuestra vida en la tierra?

Estamos formados por tres partes: sangre, carne y espíritu. Sin una de ellas, no hay vida. Pero dos de estas partes son temporales, tienen fecha de vencimiento. El espíritu o el alma, en cambio, es la parte de nosotros que es eterna, porque viene de Dios, aun si no creemos en Él.

La experiencia de venir a la vida es un milagro de Dios que todos, incluso quienes no creen en Él, han experimentado. Sin embargo, recibir un milagro no significa que el alma ya esté salva.

Por eso, la Biblia nos enseña, a través de la historia del milagro del paralítico:

“Por eso los judíos decían al que fue sanado: Es día de reposo, y no te es permitido cargar tu camilla” (Juan 5:10).

Aquí, cuando el texto dice “los judíos”, se refiere a los líderes religiosos, no a todo el pueblo. El problema de estos líderes era que, en lugar de alegrarse por ver un milagro, se enfocaban en la regla que se estaba rompiendo. La regla hablaba del día de reposo, un mandamiento del sábado que era considerado el séptimo día de la semana.

La religiosidad les impedía ver la grandeza del milagro. Para ellos, no había diferencia entre un milagro y un trabajo.

“Pero él les respondió: El mismo que me sanó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’. Le preguntaron: ‘¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu camilla y anda”?’ Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús, sigilosamente, se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar” (Juan 5:11-13).

Aquí hay un punto clave: el milagro viene de Dios y el trabajo lo hace el hombre. Las acciones que tomó el paralítico no fueron rebeldía, sino obediencia directa a quien lo sanó. Esto nos enseña que debemos seguir lo que Jesús dice, más que interpretaciones o leyes religiosas.

Lo más sorprendente es que el hombre ni siquiera conocía a Jesús antes de ser sanado. Esto demuestra que el milagro fue un acto de pura gracia, así como cuando recibimos la vida al nacer. No fue una recompensa por su fe o por tener una relación con Jesús.

El punto central es este: el paralítico no pudo defenderse mejor porque aún no sabía quién lo había sanado. Así pasa con muchos hoy: reciben un milagro, pero no conocen a quien se los dio. Y el verdadero problema no es no saber de dónde vino el milagro, sino no saber de dónde viene la salvación del alma.

Como vemos en esta historia, muchos pueden recibir un gran milagro, pero eso no significa que sean salvos. La salvación viene de tener una relación y conocer a Aquel que los sanó.

Reflexione: ¿sabe realmente dónde terminará su alma? ¿Está conociendo a quien le da la salvación?

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