¿Será que la riqueza realmente nos da todo lo que buscamos?
Sin importar en qué etapa de la vida esté uno, muchos desean tener riquezas: poder ir a cualquier lugar sin preocuparse por el costo, comer lo que se quiera y tener una casa enorme donde todo esté siempre pagado. Obviamente, si tuviéramos todas estas cosas, se nos quitarían ciertas preocupaciones de una forma u otra. Pero eso solo es lo material y físico; no tiene nada que ver con nuestro interior. Aunque tengamos todo, dentro de nosotros siempre vamos a anhelar algo.


Nuestra alma siempre va a querer paz. Pero no se está hablando de ser parte de una religión, de ser religioso o de pertenecer a una iglesia, porque eso no da paz. Muchos asisten a una iglesia por miedo de adónde va a ir su alma, pero esa emoción no salva el alma.


La Biblia habla de un rico que pedía ser saciado y creía que todo lo que hizo en vida estaba bien:
“Había cierto hombre rico que se vestía de púrpura y lino fino, celebrando cada día fiestas con esplendidez. Y un pobre llamado Lázaro yacía a su puerta cubierto de llagas, ansiando saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; además, hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Y sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado.
En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham a lo lejos, y a Lázaro en su seno.
Y gritando, dijo: «Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, pues estoy en agonía en esta llama».
Pero Abraham le dijo: «Hijo, recuerda que durante tu vida recibiste tus bienes, y Lázaro, igualmente, males; pero ahora él es consolado aquí, y tú estás en agonía” (Lucas 16:19-25).

Cuando Jesús dio esta enseñanza, aún no se había sacrificado por nosotros. En ese tiempo creían que se entraba al Reino por Abraham. Pero después de Su sacrificio quedó claro que solo se entra al Reino por Jesús.
El versículo comienza describiendo a un hombre muy rico que vivía una vida lujosa y solo usaba las cosas más caras de su tiempo. Incluso se nos dice que no hacía fiestas ocasionales, sino diarias, por la gran cantidad de dinero que tenía. Vemos que su vida se definía solo por sus bienes, no por su carácter ni por su relación con Dios.


Lázaro era un hombre que físicamente no estaba bien y que estaba completamente abandonado por la humanidad. Era pobre, pero aun así, aunque fue despreciado en vida, fue honrado en la muerte.

¿Será que ser rico es un pecado?
No, ser rico no es pecado. Todos los profetas fueron prósperos y no eran pobres. Lo que pasó con el hombre rico es que tuvo su recompensa en vida, mientras que Lázaro, aunque sufrió, nunca dejó de darle gracias a Dios por lo que tenía. El rico era indiferente a los caminos de Dios y egoísta, aunque tenía gran prosperidad económica.


Lo más interesante es que toda la humanidad tiene un día de vencimiento, y cuando llegue ese día no hay regreso. El hombre rico, aunque se arrepintió, entendió que no habría vuelta atrás; por eso le pidió a Abraham lo siguiente:
“Entonces él dijo: «Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento” (Lucas 16:27-28).

Cuando uno está separado de Dios, sufrirá tormento. Ahora estamos vivos y a tiempo de arrepentirnos. Pero, así como el hombre rico y Lázaro, nos llegará el momento en que ya no estaremos en este mundo.


¿Dónde se irá su alma?
El hombre rico estaba tan arrepentido de lo que vio en el infierno que le pidió a Abraham que mandara a alguien a advertirle a su familia, para que ellos no sufrieran lo que él estaba sufriendo.

La última pregunta solo usted, mi amigo lector, puede contestar. Le pido que reflexione y se pregunte si se ha apegado más a las riquezas naturales que da el mundo o a las de Dios. Reflexione…