¿Qué es lo peor que uno puede cometer para su propio crecimiento?
Todos queremos crecer en algún área de nuestra vida. Algunos quieren ser mejores padres, otros desean formar una familia, tener una buena carrera o, en general, lograr algo que los haga avanzar en la vida. Y, por raro que suene, muchas de las personas que desean crecer saben exactamente lo que deben hacer; incluso pasan hablando de las cosas que se deben practicar.
¿Será que hay una diferencia entre saber lo que uno debe hacer y ponerlo en práctica?
Hay personas que pasan contemplando las cosas que deben hacer, pero no las hacen, y después se preguntan: “¿Por qué la vida sigue igual?”
La palabra “transformación” significa un cambio profundo o una alteración significativa en la naturaleza o el estado de algo o alguien. Sin embargo, es uno quien decide cuándo debe haber un cambio para poder transformarse.
Por eso, la Biblia nos enseña sobre este tema a través de Job, de la siguiente manera:
“Entonces Job respondió al Señor y dijo: Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado.
¿Quién es este que oculta el consejo sin entendimiento?
Por tanto, he declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía.
Escucha ahora, y hablaré; te preguntaré, y tú me instruirás.
He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven.
Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:1-6)
Aquí es donde entramos en un estado en el que todos vivimos constantemente: la lucha entre las propuestas y la promesa. Job sabía quién era Dios, los milagros que podía hacer y las bendiciones que se cumplían cuando uno obedecía. Pero el problema era que Job solo hablaba de las cosas que debía hacer, pero no las hacía.
Muchas veces, cuando queremos cumplir una meta o comenzar una nueva, nos distraemos con propuestas que nos alejan de lo que queremos alcanzar. Esto sucede porque aceptamos la propuesta y perdemos el enfoque en lo que está prometido.
La fe no se trata solo de conocerla o hablar de ella, sino de vivirla y practicarla. Aquí, Job admite que conoce algo que no entiende, pero sabe que existe. Lo mismo ocurre cuando queremos una familia o un trabajo: sabemos que existen, pero no estamos viviendo ni haciendo lo necesario para acercarnos a lo que está prometido.
Polvo y ceniza
Con el tiempo, muchos nos arrepentimos por no haber hecho nada y por seguir en ese estado de propuesta tras propuesta, sin recibir el cambio que realmente estamos buscando. Job, al final, se arrepiente no de sus pecados, sino de su actitud, por haber hablado sin vivir en la fe.
El polvo y la ceniza son símbolos de humildad, rendición y sacrificio — algo que él no estaba practicando para acercarse a Dios. Job deja de justificarse y se entrega por completo a la voluntad de Dios.
Con todo esto dicho, les sugiero que no se queden estancados. Dios nos dio la salvación para que la vivamos, no para que hablemos de ella como si fuera un sueño inalcanzable.

