Entre Planes y Promesas

¿Cuál es la diferencia entre tener un plan y una promesa?

Normalmente, todos tenemos una idea de a qué nos queremos dedicar en la vida — planes que, en nuestra cabeza, ya están determinados y que deseamos ver cumplidos.

Por ejemplo, hay quienes planean tener una familia grande, cierto tipo de carrera, una casa o un modelo específico de carro. En fin, hay muchas cosas que planeamos para nosotros mismos que, a veces, incluso cuando las obtenemos, terminan saliendo mal.

Con el ejemplo de la familia, a veces nos fijamos más en la apariencia estética de la pareja que escogemos, pero no consideramos su carácter. Imagínese: podemos estar con alguien de mal carácter y, aun así, planear tener hijos con esa persona.

Sea como sea, muchos de nosotros nos enfocamos en un plan determinado por nosotros mismos.

Y es de ahí de donde nacen aquellas dudas: ¿Por qué yo?, ¿por qué todo lo malo me pasa?, ¿por qué nada me sale bien si hago todo correctamente?

Por eso la Biblia nos enseña:

“Pero aquel cuya genealogía no viene de ellos, recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas.”

(Hebreos 7:6)

A este punto, Abraham ya había hecho varias cosas buenas, pero principalmente había ganado la batalla. Había vencido a siete reinos y, humanamente hablando, se podría decir que merecía algún tipo de “premio” por lo que había logrado.

Pero, ¿por qué Abraham no aceptó la riqueza del rey de Sodoma?

Después de ganar la batalla, a Abraham le fueron ofrecidas las riquezas de siete reinos por el rey de Sodoma, y él no las aceptó.

“Bendijo al que tenía las promesas.”

Abraham entendía que Dios estaba con él y no consideró las propuestas porque ya vivía por las promesas. En otras palabras, renunció a sus propios planes para seguir las promesas de Dios, que eran mucho más grandes que los tesoros de siete reinos.

Y ahí está el problema con muchos de nosotros: no consideramos lo que Dios ya tiene para nosotros y estamos demasiado dispuestos a hacer nuestra propia voluntad.

La vida en la fe se trata de vivir de prueba en prueba. Eso significa que habrá momentos en los que tendremos que negarnos y sacrificar. La conciencia espiritual nos dice que tenemos que poner de nuestra parte y manifestar la fe en medio de la prueba.

Por ejemplo, puede que nos guste cómo alguien se ve o la manera en que nos trata, pero en esos momentos debemos reflexionar si lo que se nos está ofreciendo viene de Dios o si es una propuesta o plan que estamos haciendo fuera de Su voluntad.

El plan representa la propuesta que aceptamos fuera de la voluntad de Dios. Pero las promesas representan todo lo abundante que Dios nos da, así como el perdón y el arrepentimiento, que son necesarios para recibir la salvación.

Con todo esto dicho, le sugiero que piense si está aceptando solo propuestas o si está considerando lo que Dios tiene para usted, así como lo hizo Abraham.

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