Resultados y frutos

¿Será que ya nos dimos cuenta de que existe una gran diferencia entre los resultados y los frutos?

Cuando pensamos en algo que dio resultado, se trata de algo singular. Supongamos que alguien quiere ahorrar dinero y sigue un método para alcanzar la meta; pues solo fue algo individual.

Ahora, cuando hablamos de los frutos, se implica abundancia. Por ejemplo, si plantamos una semilla de manzana o de cualquier otro tipo de árbol, el fruto no es solo uno, sino varios al mismo tiempo. Los frutos son múltiples.

Si hablamos de la palabra “conversión” espiritual y de la fe, siempre se menciona una vida “fructífera”. Cuando uno hereda los frutos espirituales, es cuando se convierte en una bendición para sí mismo.

Pero ahí está el detalle: ser fructífero no se mide por las obras que uno hace ni por la religión, sino cuando uno vive una vida de fe y cree en la justicia de Dios.

Por eso, la Biblia nos enseña:

“Así que los que viven por la fe son bendecidos junto con Abraham, el hombre de fe.

Todos los que dependen de las obras que demanda la Ley están bajo maldición, porque está escrito: ‘Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la Ley” (Gálatas 3:9-10).

Abraham, el padre de la fe, fue un hombre obediente que nunca cuestionó la dirección de Dios. Es más, en ciertas partes de la Biblia se le llama el hombre que cargaba las promesas (lo que implica los frutos). Él fue una bendición en cualquier posición en la que Dios lo ponía, porque nunca dejaba de relacionarse con Él ni de creer en Su voluntad.

Aquí la Biblia nos afirma que, si creemos en Dios con la misma fe que tuvo Abraham, nos convertimos espiritualmente en la misma bendición. La bendición en el versículo no se refiere a lo material, sino a la relación restaurada con Dios y a la promesa de vida eterna. En pocas palabras, seremos una bendición en nuestro hogar, en nuestra familia, en el trabajo y en todo, con tal de que mantengamos esta relación.

La fe es mucho más que conducta; es tener compromiso.

Vivir por la fe no implica hacer cosas religiosas, populares o realizar acciones que no entendemos del todo. Porque quien depende completamente de Dios es consciente y muestra frutos definidos.

¿Qué sucede cuando no tenemos compromiso y no dependemos de Él?

La vida sin compromiso siempre va a estar llena de miseria, vicios, derrota y complejos. Muchos hoy están sufriendo porque quieren hacerlo todo con la fuerza de sus propias manos. Pero nuestros esfuerzos, sin Su presencia, siempre se cansan y no producen frutos constantes.

Vivir por la fe bíblica —la Palabra de Dios— es más que solo vivir por resultados; es estar lleno de las promesas, como un matrimonio bendecido.

Con todo esto dicho, los dejo con una sola pregunta:

¿Será que uno solo está cómodo con los resultados o está viviendo por las promesas?

Recuerde: las promesas son las que nos dan nuestra salvación.

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