¿Hasta qué punto nuestras costumbres pueden detener nuestro crecimiento?
En la vida hay diferentes tipos de costumbres: hay unas que nos impulsan a quebrar barreras y salir de lo común, y hay otras que, por más que las repitamos, no nos ayudan en nada. Por ejemplo, una costumbre que uno nunca debería dejar es la meditación diaria y la relación con la Palabra (la Biblia), porque la Biblia fue inspirada y diseñada por Dios para producir transformación, cambio y crecimiento.
Por eso, la Biblia nos enseña:
“Y saliendo, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también le siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:39-40).
Como se ha mencionado, existen diferentes tipos de costumbres. En estos versículos se nos muestra una que está fuera de nuestra propia voluntad. El Getsemaní era un lugar muy familiar para los discípulos, y era un lugar donde ellos se apartaban para orar. Sin embargo, en esta ocasión no fue como ellos estaban acostumbrados, por eso Jesús les advirtió que debían estar preparados para no caer en tentación.
Desafortunadamente, los discípulos no se entregaron; hicieron su propia voluntad y se durmieron. El único que estaba preparado para lo que venía era Jesús, porque sí se entregó, tanto así que la Biblia describe que Él oraba sudando gotas de sangre.
Los discípulos fueron vencidos por su propia carne.
Nosotros, en lo natural, tenemos costumbres vacías que no traen cambio y que están controladas por nuestro principal enemigo: la carne. No tomamos el tiempo para pensar en las decisiones que tomamos ni en las consecuencias que traen.
Los discípulos, aunque fueron advertidos, no tomaron el tiempo para orar ni pensar con Dios sobre lo que venía — una prueba que afligiría su alma, su cuerpo y su mente.
Por eso, cuando aquel momento llegó — minutos después, cuando Jesús fue capturado — todos huyeron, y Pedro incluso lo negó tres veces (Lucas 22:54-65). Ellos no eran guiados por el Espíritu Santo, sino por su propia voluntad: la carne.
Esta es la representación de muchos hoy en día: están siendo advertidos sobre lo que deben hacer, pero simplemente no lo hacen. Se dejan vencer por su propia voluntad. Y no se está hablando de hacer cosas religiosas, sino de confiar.
De lo que se está hablando es de reconocer que uno tiene la necesidad de una revelación espiritual, de un cambio total y de tener una relación con Él. Muchos se cruzan con personas que les quieren hablar de la Palabra (la Biblia), y en vez de aceptar esa revelación, se quedan discutiendo internamente con sus propias opiniones. Así se estancan, viviendo la misma vida, sin cambio alguno, por mantenerse en una costumbre que no trae verdadera transformación.
Los discípulos tuvieron su chanza para negarse a sí mismo y crecer espiritualmente pero no lo hicieron esta situación. Por eso, uno tiene que salir de lo acostumbrado de la su propia voluntad que es su carne para hacer lo de Dios. Para crecer y convertirse entre la propia bendición.
Reflexione: ¿Estoy viviendo por costumbre… o por convicción?

