Satanás actúa de modo tan intenso en la mente de las personas, primero, porque es en el intelecto del hombre que el Espíritu de Dios trabaja, y él intenta impedir Su acción. Segundo, el diablo sabe que nuestros pensamientos determinan lo que hacemos y, al conseguir influenciarlos, destruirá vidas.
Inclusive, la mente tiene hasta el poder de generar sentimientos. Digo esto porque hay muchas personas que desconocen el hecho de que los malos sentimientos vienen de pensamientos malos, provenientes de la sugerencia de un espíritu inmundo. Por ejemplo: el rencor no comienza en el corazón, sino en los pensamientos contra alguien que le haya ofendido o hecho una injusticia. De manera que, cada vez que los demonios promueven el recuerdo de la persona en cuestión o lo que hizo, la repulsión, el enojo, la indignación y, finalmente, el deseo de venganza son estimulados en el corazón. Así también ocurre con el adulterio que, antes de ser cometido, comienza con una mirada y es alimentado por pensamientos de querer estar con la persona codiciada. A continuación, surgen los pensamientos de pasión, las fantasías y la avidez por tener momentos de placer, sin medir las consecuencias del acto.
De la misma forma, otros pecados, como la mentira, la gula y el robo, pasaron por la mente como un simple pensamiento, antes de ser consumados. Después, se tornaron un deseo y, finalmente, un acto. Y no son pocos los que hacen del acto un comportamiento instalado, o sea, los errores y los pecados se tornan hábitos, generando la vida deplorable que la persona pasa a tener. Por eso la necesidad de estar reprendiendo, todo el tiempo, los pensamientos negativos soplados en la mente.
No cuesta nada resistir a las dudas con un “¡Está atado, en Nombre de Jesús!”.
No es necesario hablar en voz alta, pero se debe tener una rápida reacción de fe en el momento en el que los malos pensamientos surjan. ¡Cuando la mente fuera atacada, resista al instante y recurra a los pensamientos de fe en la Palabra de Dios!
Aprendemos esto con el Señor Jesús que, durante un período de ayuno en el desierto, recibió propuestas tentadoras de Satanás y resistió firme, citando las Sagradas Escrituras (conforme está escrito en Mateo 4:1-11).
En otra oportunidad, al recibir de Su discípulo una sugerencia maligna de salvarse y huir del sacrificio de la cruz, nuestro Salvador fue firme y directo con Pedro: “(…) ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres” (Marcos 8:33).
Entonces, no podemos intimidarnos delante de las afrentas, de las palabras y de las insinuaciones malignas que intentan hacernos caer o instigarnos a cometer cualquier error. Dios nos ha suplido de muchos argumentos sólidos e incuestionables en Su Palabra para rechazar el mal, tornando nuestra resistencia obligatoria. A fin de cuentas, está determinado que debemos resistir al diablo para que este huya de nosotros (verifíquelo en Santiago 4:7).
No sirve intentar simplemente olvidar o distraerse con cualquier cosa para vencer al mal. Solo los pensamientos del Bien superan a los del mal. Solo los de Dios vencen a los del diablo. ¡Por eso la necesidad de la fe práctica!
Los pensamientos — buenos o malos — son inevitables. No podemos impedir que vengan, pero tenemos poder para reprenderlos. Los buenos (de acuerdo con la Palabra de Dios) deben ser nutridos y los malos, expulsados.
Si los malos pensamientos vienen y no los resistimos de inmediato, estos ganan fuerza y pueden causar riesgos a la buena conciencia y, consecuentemente, a la Salvación. Y cuanto más tiempo permanecen en la mente, más difícil reprimirlos. Si no hay forma de impedir la llegada de estos, hay forma de vomitarlos, imposibilitando que hagan nidos en nuestra cabeza.
Por eso, la reacción tiene que ser rápida, aunque sea por medio de una breve oración mental. Siempre que sea “visitado” por ellos, si puede, corra a un lugar reservado (aunque sea el baño) y haga de eso su altar.
Bajito, pero con voz audible, agradezca la presencia de Dios en su vida; alabe al Espíritu Santo; mencione el Nombre del Señor Jesús; en fin, diga palabras que neutralicen al mal. Los pensamientos infernales no soportan cuando hablamos o pronunciamos palabras celestiales.
Recuerde: cuando pronunciamos la Palabra, dirigimos nuestros pensamientos directamente al Cielo. La alabanza al Señor Jesús nos fortalece y así los pensamientos cambian de enfoque. ¡Pruébelo!
Tengo la certeza de que desaparecerán y el Espíritu Santo lo socorrerá.”
Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)
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