Lo que siento

¿Usted piensa que todos los días estoy eufórico o teniendo una sensación especial para hacer lo que hago? ¿Cree que hago la Obra de Dios porque mi vida es tranquila y no tengo problemas? ¡Claro que no!

Hace alrededor de 50 años me he dedicado a ayudar a las personas, y este es un trabajo arduo. Debido a las necesidades de aquellos que llegan a nosotros, muchas veces necesitamos repetir los mismos consejos exhaustivamente. Durante largos años, mi rutina es la misma todos los días.

Perdí la cuenta de cuántas veces ya fui al culto o a un programa de radio con el alma angustiada debido a un problema. Sin embargo, nunca dejé que mis aflicciones comprometieran el voto que Le hice a Dios de salvar almas. Lo que me estimula a actuar así, ciertamente, no son mis sentimientos, sino mi fe, porque, en el momento de la adversidad, el corazón nos manda a huir, a escondernos, a desaparecer y a solo regresar cuando la vida vuelve a estar tranquila.

De la misma forma, no sabría decir cuántas veces ya fui traicionado por personas que juzgaba que eran buenas y de carácter, pero que no lo eran. Si yo fuera guiado por mi corazón, quedaría decepcionado con ellas y con aquellos que no entienden y no valoran mi trabajo. Dejaría de confiar en el ser humano, la materia prima de la Obra de Dios, y no le daría nuevas oportunidades a nadie más solo para protegerme.

Si oyera a mi corazón, también crearía una incontenida y errónea expectativa de recompensa en este mundo. Daría pausas en mi ministerio para tomarme vacaciones o para pasear. No obstante, no tengo ninguno de esos pensamientos, porque la fe me hace ver que estamos en una guerra y, por eso, no puedo relajarme y dar regalos para que mi alma se haga una fiesta.

¿Usted cree que cada vez que hago un viaje misionero es porque estoy lleno de ganas de conocer nuevos lugares y personas? Realmente no. Tengo una personalidad reservada y aprecio estar dentro de casa, en la quietud de mi hogar. Si no fuera por la vocación para predicar el Evangelio, le aseguro que Ester y yo viviríamos en el campo, lejos de todo.

Sin embargo, pasé mi vida viajando por el mundo para enseñar la Palabra de Dios, abrir nuevos campos misioneros y visitar iglesias. Además, me expongo y uso todos los medios de comunicación posibles para hablar de mi Señor. Si yo me detuviera para oír a mi alma, esta me convencería de lo contrario con respecto a muchas cosas. Inclusive, usaría el hecho de tener 74 años para instigarme a cuidarme y a dejar de hacer lo que hago. A fin de cuentas, esta diría: “Ya no eres más un joven. Mereces descansar, tienes el derecho de disfrutar lo que resta de tu vida”.

Mientras que mi corazón dice que me reserve, disminuya el ritmo, mi fe dice justamente lo opuesto. ¡Mi fe me motiva a aprovechar al máximo el tiempo que me resta para hacer para el Dios Altísimo más de lo que hice en todos mis años anteriores! Entonces, todos los días hago todo aquello que necesita ser hecho, sintiendo o no sintiendo nada, porque sirvo a mi Señor por la fe en Él. Esta fe está siempre aliada a la inteligencia y a la convicción resoluta de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras.

Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)

Si tienen alguna pregunta contáctenos

Compartir:

Impacto de tecnología

https://www.youtube.com/watch?v=5SdXs4kjClI ¿En qué áreas perjudica la tecnología a la familia? Cada día, la tecnología avanza con nuevas formas de comunicación,

leer más

Independencia emocional

https://www.youtube.com/watch?v=caOhA6i7T3Y ¿Qué es la autonomía emocional? La autonomía es la capacidad de actuar por uno mismo, sin depender de otros

leer más