Diariamente, obispos, pastores y obreros son buscados por personas confundidas, que, atormentadas por pensamientos destructivos, confiesan no saber cómo vencerlos.
Millones de personas están adormecidas por pensamientos que no son suyos, sino que fueron generados y soplados por el diablo en sus oídos.
En muchas ocasiones, pensamientos surgen conjugados en la primera persona, o sea, como si fueran ellas mismas las que estuvieran pensando; sin embargo, eso es una estrategia diabólica para confundir y engañar.
Sin que la persona lo note, vienen a la cabeza preguntas intrigantes que tienen como objetivo aniquilar la fe, como:
• ¿Dios realmente existe? ¿Dios me ama?
• ¿Recibí el perdón por aquel pecado?
• ¿Por qué no te matas?
Algunos pensamientos surgen como afirmaciones fuertes, pareciendo verdades, por ejemplo:
• Tu vida no cambiará.
• No lo intentes, no eres capaz.
• No tienes la Salvación.
• Blasfemaste contra el Espíritu Santo.
• Sufrirás un accidente ahora.
• Vas a perder a aquel familiar a quien tanto amas.
Hay gente tan atormentada y rehén de los malos pensamientos que basta un pequeño atraso del cónyuge para que una gran contienda se forme en el hogar. El marido que se atrasó debido a un contratiempo, al llegar a casa, encuentra a su mujer inflamada de sugerencias dadas por el mal al respecto de una supuesta traición. Así, de forma sutil, surgen las desconfianzas y los desentendimientos que lastiman, quebrantan y destruyen las relaciones. Ya vi a innumerables familias deshaciéndose por problemas que siquiera existieron realmente.
No podemos dejar de mencionar a tantos hijos que quedaron resentidos y se fueron de sus casas por alimentar pensamientos de que sus padres no los amaban, que no se preocupaban por ellos y no los comprendían. Esas concepciones vinieron del infierno y fueron susurradas en los oídos de aquellos que se tornaron blanco de la destrucción. Normalmente, los más vulnerables son los que quedan en la mira del diablo, porque el mal siempre busca atacar a personas más susceptibles a su embestida, como lo hizo con Eva, en el Edén.
Diariamente, vemos en los noticieros crímenes y tragedias que ocurren por motivos banales, y no tengo dudas de que todo eso es causado por la acción de los espíritus malignos en la mente de las personas. Basta con reflexionar: si los buenos pensamientos refrigeran el alma, traen calma, paz y unión, los malos pensamientos son los responsables por la división, el enojo, las peleas y la agresividad de todo tipo.
Aún con relación a los pensamientos, otro punto a destacar es que estamos viviendo días en los que el consumo de la información se tornó un vicio. El ser humano nunca tuvo tanto acceso a noticieros, videos, artículos, investigaciones, opiniones y todo tipo de conocimiento útil e inútil. Estamos repletos de diversas voces que traen contenidos a cada instante.
A pesar de que la mayoría de las personas en el planeta tenga acceso a las múltiples redes sociales y aplicaciones de mensajes, nunca hubo tanta desinformación, engaño y confusión.
Lo que sería para proporcionar la interacción, el aprendizaje y el entendimiento entre los usuarios, ha causado más divisiones, desencuentros y decepciones. Justamente porque hay poca verdad en todo lo que llega a la mente de las personas. Por eso, no se puede ignorar que aquello que permitimos que entre a nuestro interior es capaz de conducir nuestras actitudes y nuestros comportamientos, además de definir el rumbo de nuestra vida. La ciencia reconoce, inclusive, que el pensamiento puede producir, en el cuerpo, efectos positivos o negativos, dependiendo de la forma como la persona reacciona a él.
El exceso de información cansa la mente de las personas de tal forma que la corteza cerebral puede quedar saturada, causando irritabilidad, desánimo, intolerancia, apatía y trastornos ya reconocidos como enfermedades, tales como trastorno de ansiedad, síndrome del pensamiento acelerado, depresión, entre otros. Sin hablar del gran número de personas que pasan por crisis de pánico, estrés o que intentan el suicidio, debido a la avasalladora invasión de malos pensamientos que lograron penetrar sus mentes. O sea, de manera consciente o inconsciente, lo que abrigamos en nuestra mente determina nuestro estímulo o nuestra postración delante de los desafíos. Es en la mente donde se construye nuestra visión del mundo y de las personas, así como nuestros principios, valores y juicios sobre los hechos.
Entonces, podemos decir que el diablo no introduce en nosotros sus pensamientos solo por medio del susurro de una idea, también utiliza internet, con mucha libertad, para esclavizar la mente humana. Cuanto más conectadas y abiertas están las personas para oír y ver todo lo que hay en los medios de comunicación y en las plataformas digitales, más fácil es para Satanás difundir sus mentiras y desestabilizar la salud física, emocional y, sobre todo, espiritual de ellas.
Solo escapan de ese engaño que aprisiona el alma aquellos que oyen la Voz de Dios y se ocupan prudentemente en obedecerla. Porque, si darle oídos a la voz del diablo y seguir sus sugerencias resulta en destrucción, enfermedad y pérdida, oír la Voz de Dios hace nacer dentro de nosotros una fuerza incomparable, que nos guiará a las decisiones correctas. Esa orientación Divina nos encamina desde las mayores elecciones, como la mejor profesión a ejercer y con quién debemos casarnos; hasta las menores, como la elección de lo que debemos vestir y la alimentación que debemos tener. Cuando permitimos que la Voz del Altísimo penetre en nuestra mente, pasamos a tener Sus pensamientos. ¡Y dudo que la vida de alguien continúe infeliz y fracasada después de esta experiencia!
En medio de una multitud que está sin el control de su propia mente, pero vive absorbida de cuidados y preocupaciones, sobresalen, de forma excepcional, aquellos que con sabiduría y discernimiento aprenden que una vida victoriosa comienza en el pensamiento.
Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)
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