¿Alguna vez se ha preguntado qué significa ser alguien “escogido”?
A veces, la vida nos coloca en lugares, roles o momentos donde nuestras decisiones pueden marcar una gran diferencia. Pero reconocer esa posición no siempre es fácil… requiere asumir tanto nuestra condición como nuestra responsabilidad.
Nuestra salvación es nuestra responsabilidad, y es una condición que requiere ser atendida. Esto puede entenderse como parte de un plan. Sin embargo, aunque hemos sido incluidos en ese plan para alcanzar la salvación, eso no significa que todos seremos salvos, o mejor dicho, escogidos.

Jesús nos enseñó: “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14).

- Ser salvo significa haber superado una mala etapa, como una crisis personal, el sufrimiento o una adicción.
- Ser escogido puede entenderse como recibir una oportunidad única que no todos reciben, lo cual también implica una responsabilidad.
Aunque van de la mano, ser escogido significa vivir de manera coherente con la salvación que se ha recibido.

¿Será que uno está asumiendo su condición y tomando su posición?
Para explicar esto, podemos usar el ejemplo de Débora, quien asumió su realidad y tomó acción. Ella no permitió que la situación en la que se encontraba afectara su fe, aunque todo indicara lo contrario a lo que ella creía. Débora pudo actuar gracias a su fe.
“En los días de Samgar hijo de Anath, En los días de Jael, cesaron los caminos, Y los que andaban por las sendas apartábanse por torcidos senderos” (Jueces 5:6).


Cuando pasamos por momentos difíciles, es común enfocarnos en lo malo, y eso puede afectar nuestra fe. Pero esas pruebas son las que fortalecen lo que creemos. Jesús también fue probado en el desierto, y eso nos muestra que Dios siempre tiene el control.
En ese tiempo, Israel estaba en crisis. Había miedo, violencia y los caminos estaban vacíos. Aunque tenía líderes, no había justicia. Todo eso afectaba a las familias, las emociones por la guerra y la economía del país.

¿Pero cómo podemos saber si lo que ellos estaban pasando era espiritual?
Cuando hay un problema espiritual, lo primero que se quiere atacar es nuestra fe, para alejarnos de Dios. Si la fe está débil, el mal busca afectar otras áreas de nuestra vida, como pasó con Israel. Lo hace para causar conflictos internos.
“Quedaron abandonadas las aldeas en Israel; quedaron abandonadas hasta que yo, Débora, me levanté. ¡Me levanté como madre en Israel!” (Jueces 5:7)

Débora estaba caída por lo que vivía, pero su fe la levantó. A veces, no reaccionamos igual porque no aceptamos nuestra realidad ni usamos nuestra fe. Nuestra condición muestra si somos hijos de Dios o si fuimos escogidos por la salvación.
La Palabra nos enseña que, cuando uno cree, no huye. En esta situación, la palabra “levantarnos” significa enfrentar, pero no con nuestras propias fuerzas, sino porque confiamos en Dios.


Por eso, en tiempos difíciles, se prueba si realmente tenemos la fe del escogido. Aquí nos damos cuenta si tenemos la fe del escogido. Si de verdad estamos siguiendo y sirviendo a Dios, debemos esforzarnos más por mantenernos firmes en esa fe. Ahí es donde la fe se demuestra. Por ejemplo, si uno está orando, va a orar más, porque eso es lo que lo acerca a Dios, mientras que el mal quiere alejarnos.
El mal siempre va a querer derrumbar nuestra fe, diciéndonos: “¿Para qué haces el bien si no te sirve de nada?” Pero ahí está la clave: cuantas veces venga el mal, nosotros vamos a levantarnos. Debemos confiar en el carácter de Dios y en lo que está escrito. Cuando tenemos fe, debemos aferrarnos a Su Palabra.

Cuando se mencionó “¡Me levanté como madre en Israel!”, eso significa tomar una posición como escogida, porque se hizo con esfuerzo.
Debemos recordarnos que el mal ya fue vencido en el mundo espiritual y cuando nos ataca en lo físico es para que nos alejemos del mundo espiritual que es de Dios. Él venció en la cruz.

¿Qué debe hacer uno si está en esta fe?
“¡Despierta, despierta, oh Débora! ¡Despierta, despierta!…”( Jueces 5:12)
La fe del escogido nos enseña a seguir adelante. ¿Cómo? Levantándonos y tomando nuestra posición como hijos de Dios. Cuando vencemos lo físico con lo espiritual, nos acercamos más a Él. Por eso debemos despertar en la fe.