Lea este articulo con una gran atención a los detalles porque la Palabra de Dios no dice así, “Oh Dios, ten misericordia de mí, porque la gente me acosa. Mis enemigos me atacan todo el día. Los que me calumnian no dejan de acosarme, y muchos me atacan descaradamente” (Salmos 56:1-2). Lo que le pasó al salmista, que es el rey David, es algo que también nos pasa a nosotros en la familia y en el trabajo. Muchas personas han sufrido a causa de la brujería, la envidia y la hechicería. Aunque parezcan problemas comunes, en realidad son problemas espirituales y no solo cosas que pasan en la vida. Además de los problemas que se materializan, hay problemas espirituales que están actuando en todo momento como un enemigo. Es decir, influyen constantemente en nuestra mente y nuestro corazón con el propósito de afectar nuestra fe. Lo principal en nuestra vida cristiana, o mejor dicho, la vida que vivimos en la presencia de Dios, es nuestra fe. Pero aquí surge una pregunta clave:
¿Cómo está su fe?
Muchas personas me han dicho que oran y oran, incluso ayunan, y además dicen que leen la Biblia constantemente y vienen a la iglesia, pero no ven cambio. Porque no es suficiente solo orar, ayunar, leer la Biblia o asistir a la iglesia. Estas disciplinas espirituales solo son efectivas cuando se practican con verdadera fe, especialmente al enfrentar situaciones difíciles. Es fundamental entender cómo responder a las dificultades o situaciones basándose en lo que enseñan las Escrituras Sagradas. Muchas personas que asisten a la iglesia, y que dicen ayunar y orar, todavía reaccionan en su mente y corazón de la misma manera que antes. Por esta razón, cuando estas personas son atacadas espiritualmente de alguna forma, son vencidas, porque la principal batalla de la fe comienza en la mente y el corazón. Normalmente, cuando uno es vencido en la mente y el corazón, también lo es exterior e interiormente. En otras palabras, si uno es vencido interiormente, también lo será exteriormente. Por ejemplo, muchas parejas, familias y conocidos han guardado en su interior rencor, resentimiento, amargura e incluso odio, pero no logran perdonar. Estos sentimientos luego crean traumas que llevan a una persona a vivir acomplejada.
¿Por qué pasa esto si uno cree?
No es posible ser vencidos por los enemigos espirituales si uno sigue las disciplinas o disposiciones espirituales adecuadamente. Sin embargo, es crucial actuar y, principalmente, reaccionar de la manera que está orientada. La Palabra de Dios nos guía diciendo: “Pero cuando tenga miedo…” (Salmos 56:3). Según la Palabra, el Rey David, aun siendo un hombre de Dios y teniendo una relación con Él, confesó que tenía miedo, porque dependiendo de la situación, es imposible no sentir miedo. De igual manera, hay situaciones, problemas y luchas que inevitablemente nos hacen sentir tristeza y quieren dominar nuestro corazón. Habrá momentos de tristeza, miedo, duda, preocupación, furia, nerviosismo, y momentos en los que uno podría reaccionar de manera contraria a la fe. Pero observa la diferencia: cuando uno está viviendo en relación con Dios, la Palabra dice: “Pero cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza” (Salmos 56:3). Es fundamental saber que hay una diferencia entre tener fe en el poder de Dios y confiar en Su carácter.
¿Usted sabía que Satanás, que es el diablo, tiene fe?
Porque él sabe que Dios es el Todopoderoso, pero no tiene confianza. Esta es la razón por la que sigue y siempre seguirá siendo diablo, porque la confianza no es para cualquiera. Por ejemplo, uno solo confía en aquellos que conoce; no confía en cualquier persona. Además, uno puede tener fe en que otra persona es buena, que tiene buen carácter, es honesta y correcta, pero eso no significa que uno le tenga confianza. Muchos ni siquiera tienen confianza en las personas con las que conviven. Uno llega a tener confianza después de conocer a alguien. Pero ahí surge el problema: a muchos les falta confianza en Dios, porque aún no lo han conocido ni han tenido una verdadera experiencia con Él. Tal vez uno solo conoce a Dios y a Jesús por lo que ve en las películas, donde fue crucificado. Pero uno no conoce al Jesús que resucitó, porque el Jesús de la Biblia ya no es el Jesús crucificado; es el Jesús resucitado. Él es quien resucitó de entre los muertos y vive para interceder por nosotros.
Se repite el versículo: “Pero cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza” (Salmos 56:3).
Pero, ¿De qué manera el Rey David puso su confianza?
Él depositó su confianza en Dios de esta manera: la Palabra dice, “Alabo a Dios por lo que ha prometido. En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?” (Salmos 56:4). Observemos la diferencia cuando uno tiene miedo, pero confía en Él. Porque el Rey David tenía miedo, pero se recordó de su comunión y confianza y se dijo a sí mismo cómo podría aceptar ser vencido si aquel con quien camina no puede ser vencido. Porque si uno realmente tiene comunión con Dios, no puede aceptar ser vencido. La amenaza que uno está sufriendo proviene de hombres mortales. Pero el Dios en el que uno confía es el Dios Todopoderoso, el Dios eterno.
Él es el Dios Invencible.
Sin embargo, muchos, aunque creen y porque no han crecido espiritualmente, no tienen confianza. En los momentos difíciles, se lamentan, murmuran, y reaccionan mal; siguen reaccionando como antes.
¿Por qué?
Porque no viven la fe de la manera en que está orientada.
¿Cómo está orientado que uno debe vivir la fe?
Uno debe estar constantemente concentrado en esta fe, meditando en la palabra de Dios, alimentando su mente con lo que está prometido. Pero, si uno se distrae con cosas que no son de Dios, ¿cómo va a crecer espiritualmente? Usted debe pensar en las cosas de Dios. Antes de dar un servicio, yo medito en la Palabra; muchos de ustedes deberían hacer eso antes de entrar en la presencia de Dios. Sin embargo, muchos de los que asisten a la iglesia empiezan a hablar entre ellos, desenfocándose de lo que Dios tiene para usted. Pero cuando uno entra y pone sus pies en la casa de Dios, la Palabra nos enseña, “Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios…” (Eclesiastés 5:1). La casa del Señor es lugar de meditación. Si uno no se enfoca en la Palabra, ¿cómo va a poner en práctica la disciplina espiritual? La iglesia es lugar de conversar solo con Dios y de escuchar Su voz.
Ustedes pueden ver que en su casa no tienen la misma libertad de conversar con Dios como en la Iglesia. El ambiente de la casa de uno o cualquier otro lugar no es el adecuado ni favorable para que uno converse con Dios. En la casa de Dios, uno sí tiene esta libertad. Es en la casa de Dios donde uno tiene el privilegio de hablar con Dios, de tener momentos solo con Él. Es por eso que, en otra disciplina espiritual dada por el Espíritu Santo, uno se despierta en la madrugada para hablar con Dios, porque es un momento en el que estará solo con Él. Otros estarán durmiendo, pero usted tendrá momentos a solas con Él. Uno necesita esta intimidad a solas con Dios, especialmente cuando enfrenta situaciones difíciles. Más aún, tarde o temprano, usted estará cara a cara con la muerte. Todos enfrentaremos la muerte.
Pero, si uno está con Él, uno no muere. Porque si uno está salvo, enfrentará la muerte con la seguridad de que será recibido por los ángeles de Dios y llevado a la presencia de Él.