El Buen Carácter

¿Será que el buen carácter es una responsabilidad?

En cualquier momento, cualquiera de nosotros puede pasar por un mal momento o una dificultad. Son situaciones en las que, si no estamos firmes, tal vez no reaccionemos de la mejor manera.

Uno tal vez esté pasando por una traición, una situación difícil o algo que parezca un castigo.

Pero, ¿será esta situación suficiente para quebrar el carácter?

Un buen ejemplo de esto es Abraham, porque se sabe que su carácter fue lo que atrajo la atención de Dios.

Por eso, la Biblia nos enseña así:

“Al oír Abram que su pariente había sido llevado cautivo, movilizó a sus hombres adiestrados nacidos en su casa, trescientos dieciocho, y salió en su persecución hasta Dan. Y por la noche, él, con sus siervos, organizó sus fuerzas contra ellos, y los derrotó y los persiguió hasta Hoba, que está al norte de Damasco. Y recobró todos sus bienes, también a su pariente Lot con sus posesiones, y también a las mujeres y a la gente.” (Génesis 14:14-16)

Este versículo muestra la virtud del carácter de Abraham: su sentido de responsabilidad hacia su sobrino. Debemos recordar que cuando murió el hermano de Abraham, él tomó a su sobrino Lot como si fuera su propio hijo.

Pero Lot no solo despreció a su tío Abraham, sino que tampoco tenía su misma fe. Por eso se separó de él. Lot buscó una vida independiente, separada de Dios. Sodoma, el lugar adonde fue Lot, representa todo el pecado, la maldad y la oscuridad del mundo.

En medio de todo eso, Abraham mostró su buen carácter, porque no permitió que la traición o el abandono de Lot lo cambiaran. Se preocupó por su alma, reunió a 318 hombres para rescatarlo y arriesgó su vida. Aun después de vencer, tuvo que enfrentar la ingratitud y la ceguera espiritual de Lot, quien decidió volver a Sodoma.

“Sabed que los que son de fe, estos son hijos de Abraham.” (Gálatas 3:7)

El que tiene la fe de Abraham tiene el mismo sentido de responsabilidad por las almas perdidas. Él no rescató a Lot porque fuera su sobrino, sino porque sabía que tenía la responsabilidad de salvarlo como un alma.

“Ni den lugar al diablo.” (Efesios 4:27)

Es fácil dejarse guiar por lo que vemos o sentimos, pero ese no es el carácter de Dios ni del Espíritu Santo. El mal siempre intentará distraernos con promesas y ofertas, pero ahí es donde se muestra la diferencia. Abraham tenía el carácter del Espíritu Santo: no se dejó llevar por las emociones, sino por su comunión con Dios. Por eso es llamado el padre de la fe.

Ahora los dejo con una pregunta:

¿Será que usted le está dando lugar al mal o se está acordando de las almas perdidas?

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