El Corazón Limpio

¿Puede ser que uno se preocupe por mantener un corazón limpio?

Cuando se habla de religiosidad, o cuando se usa ese término, no se está haciendo referencia a una religión específica, sino a una acción o a un complejo.

  • Acción, en el sentido de cómo hacemos las cosas para Dios: si las hacemos porque son parte de una cultura que a veces ni entendemos bien, o simplemente por costumbre.
  • Complejo, porque muchas veces involucramos nuestro ego y nos comparamos con otras personas, ya sea de forma negativa o positiva.

Con esto dicho, cuando uno está atrapado en el complejo de la religiosidad, difícilmente se preocupa por mantener un corazón limpio, porque ese mismo complejo le impide tener una verdadera comunión con Dios.

La Palabra habla claramente sobre este tema: “En verdad, Dios es bueno con Israel, con los de corazón puro. Pero en cuanto a mí, casi perdí el equilibrio; mis pies resbalaron y estuve a punto de caer, porque envidiaba a los orgullosos cuando los veía prosperar a pesar de su maldad.” (Salmos 73:1–3) 

Asaf entendía por lo que estaba pasando y reconoció que su complejo lo había hecho resbalar, porque tuvo un momento en el que se estaba comparando con personas que no seguían a Dios. Pero, aun así, reconoció que debía mantener su corazón limpio y no contaminar el de los demás.

¿Cómo sabemos si realmente nos estamos preocupando por mantener un corazón limpio?

Las señales se reflejan cuando uno se preocupa por no contaminar el corazón de los demás ni el ambiente que lo rodea.

La Palabra nos dice más:

“He aquí, estos impíos siempre están tranquilos y aumentan sus riquezas.

¡Ciertamente en vano he mantenido puro mi corazón y he lavado mis manos en inocencia!

Pues he sido azotado todo el día, y castigado cada mañana.

Si yo dijera: ‘Hablaré como ellos’, traicionaría a la generación de tus hijos.

Pensé para entender esto, y fue duro trabajo para mí.” (Salmos 73:12–16)

Ahí está el conflicto que muchos creyentes enfrentan cuando comienzan a enfocarse más en sus problemas o en su prosperidad que en su corazón. Se nos olvida que cuando buscamos limpiar el corazón, encontramos paz, aunque la circunstancia sea difícil o distinta.

La promesa principal de la fe es que, si creemos, no solo venceremos todo, sino que lo haremos con paz. Y quien no vive esta fe, difícilmente puede transmitirla a quienes lo miran como un ejemplo.

Pero el hecho de que alguien sea considerado un ejemplo no significa que sea superior o inferior a los demás. En el caso de Asaf, él entendía que estaba en una posición de autoridad, pero también sabía que no podía compartir abiertamente todo lo que sentía. Y no es que creyera que merecía la prosperidad de los impíos, sino que no comprendía la justicia divina.

La Palabra continúa:

“De veras se amargaba mi corazón y en mi interior sentía punzadas.

Pues yo era ignorante y no entendía; era como una bestia delante de ti.” (Salmos 73:21–22)

Hay una diferencia sobre la Superioridad e Inferioridad que se necesita explicar:

  • Superioridad: es cuando observamos las cualidades de los demás y nos convencemos de que somos mejores que ellos.
  • Inferioridad: es cuando percibimos a los demás como si siempre estuvieran por encima de nosotros, y vivimos en constante comparación.

Estos fueron los complejos principales que sintió Asaf; pero él no se rindió, sino que buscó a Dios para comprender mejor la justicia que le costaba ver.

Al acercarse más a Dios, entendió que la prosperidad que no proviene del Señor no es eterna ni duradera. Pero, como se mencionó, cuando uno se esfuerza por mantener el corazón limpio y se enfoca en las cosas de Dios, la prosperidad es eterna, incluso cuando enfrentamos dificultades o luchas.

Con todo esto dicho, le sugiero que no se someta a esos sentimientos y que mantenga su corazón limpio y puro, para que siempre sea bendito.

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