Tomar decisiones es parte esencial del crecimiento personal. A lo largo de la vida enfrentamos múltiples caminos, y cada elección puede acercarnos o alejarnos de nuestras metas. Durante la infancia, son los padres quienes deciden por el niño: qué comer, cómo vestir, a qué escuela asistir. Pero a partir de los 11 o 12 años, los jóvenes comienzan a tomar decisiones que afectan directamente su vida. Elegir implica considerar alternativas, asumir consecuencias y desarrollar juicio crítico. Las decisiones que toman los adolescentes —como sus amistades, estudios, hábitos y proyectos— tienen un gran impacto en su futuro. Por eso, más que evitar que se equivoquen, es importante enseñarles a decidir con responsabilidad, confianza y conciencia.
Muchos jóvenes sienten temor o inseguridad ante las decisiones importantes. En estos momentos, el rol de los padres es clave: pueden guiarlos sin imponer, fomentar el diálogo abierto, ofrecer distintas perspectivas y enseñar a evaluar pros y contras. La clave está en creer en uno mismo. Aunque no siempre sea fácil elegir el camino correcto, cada decisión es una oportunidad para crecer y construir una vida con propósito.
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