La Actitud de Juan

¿Será que uno le da más valor a las opiniones negativas que a lo que está escrito en la Palabra?

La Palabra de Dios, en su totalidad, nos revela que existen tres tipos de personas: la natural, la espiritual y la carnal. Y es precisamente por esta razón que siempre han existido —y seguirán existiendo— discusiones entre unos y otros.

La Palabra nos muestra lo siguiente:

“Entonces surgió una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron a Juan y le dijeron:

—Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, ¡mira, él está bautizando, y todos van a él!

Respondió Juan:

—Nadie puede recibir nada a menos que le haya sido dado del cielo. Ustedes mismos me son testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de Él’. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que está presente y lo escucha, se alegra mucho por la voz del novio. Así, pues, este gozo mío está completo. Es necesario que Él crezca y que yo disminuya.

El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, terrenal es y cosas terrenales habla. El que viene del cielo, está por encima de todos.”

(Juan 3:25–31)

Una cosa que aprendemos claramente en esta discusión es que uno nunca debe desperdiciar su tiempo ni enfocarse en lo que otros opinan o creen, porque cada quien cree en lo que quiere creer.

El que tiene fe en Dios y en el Espíritu Santo siempre se basa en lo que está escrito en la Palabra.

Nosotros, aun teniendo fe y caminando en los pasos de Jesús, seguiremos teniendo puntos de vista humanos. Pero la verdadera comunión se demuestra cuando hay sumisión y voluntad de poner los propios pensamientos a un lado para pensar como Cristo. Es decir, uno debe meditar más en Su Palabra para que nuestros pensamientos se alineen con los de Él.

Si uno no está alineado con los pensamientos de Dios, caerá una y otra vez en discusiones innecesarias. Es ahí donde el mal se aprovecha: cuando debatimos desde el orgullo humano. El alma y el corazón se pueden ensuciar fácilmente en medio de tales disputas, porque el ego quiere controlar nuestras emociones y reacciones.

Según la Palabra, los discípulos de Juan el Bautista sentían celos al ver que la multitud seguía a Jesús. Pero Juan, lleno del Espíritu Santo, no se dejó llevar por los sentimientos de sus discípulos. Puso todo eso a un lado y mostró que lo más importante es que Él crezca y que yo disminuya.

La fe verdadera desea que Jesús sea cada vez más visible en nosotros, y que nuestra voluntad desaparezca. Juan sabía cuál era su lugar: él no vino para recibir gloria, sino para preparar el camino del Señor Jesús.

Pero, ¿será que uno ha tenido una experiencia real con el Señor Jesús como para actuar así?

Cuando uno ha tenido un encuentro con Dios, las decisiones que uno toma están alineadas con Su voluntad. Pero para tener esa experiencia, es necesario renunciar a la propia voluntad y abrazar la Suya. Meditar, orar, sacrificar y buscar más del Espíritu Santo es esencial para permanecer en Él.

Para entenderlo mejor: cuando uno firma un contrato de casa, carro o teléfono, lo hace porque ha llegado a un acuerdo. Y después de firmado, ni la otra parte ni uno mismo puede cambiar los términos. Uno debe tener palabra y cumplir.

Lo mismo sucede con Dios: hemos hecho un pacto con Él al creer en lo que está escrito. Y así como Él cumple Su Palabra, nosotros también debemos cumplir la nuestra.

Con todo esto dicho, le invito a poner a un lado tanto su opinión como la de los demás, y meditar más en la Palabra, para que su fe se defienda únicamente con lo que está escrito.

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