La adoración

La adoración es esencial para poder entrar en la presencia de Dios en oración. Ella enriquece nuestra humildad, además de mostrar la sinceridad del alma, significando, honrando y magnificando aún más a nuestro Señor y Dios. Al entrar adorando en la presencia del Señor, estamos reconociendo su santidad.

Éstos son algunos ejemplos de oraciones que alcanzaron sus objetivos:

a) La oración de Ezequías (2 Reyes 19:14-19).

b) La oración de Elías (1 Reyes 18:36).

c) La oración de David (Salmos 9:13-20).

d) La oración del Señor Jesús (Mateo 6:9).

e) La oración de la Iglesia Primitiva (Hechos 4:24-31).

f) La oración del leproso (Mateo 8:2).

g) La oración de la mujer cananea (Mateo 15:22).

h) La oración de Jairo (Marcos 5:22-23).

En todas estas oraciones podemos verificar que la adoración fue lo primero que se hizo.

Si en este mundo vil, donde no existe una sola persona perfecta, hay honra y honor por parte de aquellos que se consideran inferiores para con sus superiores –como por ejemplo los jueces que son tratados de “ilustrísimos”, los presidentes, senadores, diputados, gobernadores, alcaldes, etc, de “excelentísimos”–. ¡Con mayor razón debemos entrar en la presencia de Dios con toda la honra, gloria y alabanza que podemos darle, pues Él y solamente Él es digno de toda nuestra adoración!

Nuestra adoración también provoca milagros extraordinarios en nuestras vidas. Como aconteció con el apóstol Pablo y Silas cuando estuvieron presos y encadenados; ellos comenzaron a orar y a alabar a Dios con cánticos, mientras sus compañeros de prisión escuchaban. De repente, hacia la media noche, hubo un repentino temblor de tierra, tan violento que movió los cimientos de la cárcel. Al instante se abrieron todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos (Hechos 16:24-26).

La verdad es que las alabanzas que efectuamos a Dios son como su alimento. Así como el perfume de las flores atrae a las abejas, nuestra alabanza y adoración, como incienso, atraen la presencia de Dios hasta nosotros. Por eso mismo, antes de efectuar cualquier petición al Señor, debemos atraerlo con nuestras alabanzas.

Continuará…

Si le interesa lea también: La oración

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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