La condición de la oveja

Antes de leer este artículo, por favor reflexione sobre esta pregunta: ¿Será que usted es indiferente a la voluntad de Dios?

La Palabra nos orienta así:“Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con Él, entonces se sentará en el trono de su gloria; y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25:31-32)

Cuando la Palabra menciona “Hijo del Hombre”, se está refiriendo al Señor Jesús. Él nació por obra del Espíritu Santo a través de una mujer virgen. En otras palabras, Él es Hijo de Dios en un ser humano, pero nació sin pecado y nunca pecó. Es por esa razón que Él pudo morir por nosotros y convertirse en nuestro Señor y Salvador.

La Palabra también menciona que, cuando Él regrese, todas las naciones se reunirán ante Su presencia para que Él separe a unos de otros, así como un pastor separa a las ovejas de los cabritos. Un pastor hace esto porque no puede haber convivencia entre las ovejas y los cabritos. Aquí está el primer punto clave: hay muchos que asisten a la iglesia y no consiguen convivir unos con otros.

Reflexione: ¿Será que uno se ha vuelto como un cabrito?

Normalmente, el cabrito es curioso, inteligente e independiente, y siempre se pelea con otros cabritos para ver quién tiene autoridad. Pero la oveja es muy diferente porque es obediente, sumisa, depende de su pastor, es calmada, le gusta comunicarse cuando siente estrés, y prefiere vivir entre las otras ovejas.

Pero, ¿cuál es la condición de la oveja?

La Palabra nos enseña así: “Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí».” (Mateo 25:33-36)

Según la Palabra, la verdadera condición de aquellos que son de Dios y han sido transformados a través de Su Palabra es la de ser benditos. La condición de uno es ser bendito. Es por esta razón que no hay ninguna cosa maligna o clase de maldición que pueda afectarlos. Esto sucede porque el Señor nos ha dado esta condición por ser como ovejas benditas.

Sin embargo, la condición de ser bendito no es solo para recibir bendiciones, sino también para bendecir, porque quien es bendito, bendice. No todas las personas que han recibido bendiciones tienen el derecho de bendecir.

¿Por qué este tipo de persona no puede transmitir la bendición si ha sido bendecida?

Porque el hecho de que uno haya recibido una bendición de Dios no significa que sea bendito. En otras palabras, una persona que recibió la bendición aún no se ha convertido a través de la Palabra y no ha recibido el Espíritu Santo, que es el mayor tesoro. Este tipo de persona no recibe porque no está dispuesta a sacrificar para bendecir a otras personas, comenzando en su propia casa.

Tal vez uno esté guardando algún tipo de rencor, odio o resentimiento, pero cuando Dios nos da la condición de benditos, Él también nos otorga el poder de perdonar. El perdón es un tipo de bendición. Es decir, cuando uno perdona a alguien por el mal que le ha hecho, uno bendice.

Lo peor que uno puede hacerse a sí mismo es guardar el mal que otros le han hecho, porque es el equivalente a tomar un poquito de veneno todos los días. Uno mismo se está matando espiritualmente al guardar este mal, y no es culpa de la persona que lo hizo, sino de uno mismo, porque uno es quien decide mantener ese mal en su corazón. Muchos de los que no han recibido el Espíritu Santo son personas que toman la decisión de alimentar este mal. Sin embargo, el perdón no tiene nada que ver con el corazón, sino con la conciencia de uno, porque es una decisión. Por ejemplo, cuando uno va a la escuela en la mañana, ni siquiera quiere despertarse para ir, pero lo hace porque es necesario. El perdón es igual; tal vez uno no quiera hacerlo, pero es necesario para su espiritualidad.

Continúa: “Entonces los justos le responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?». Respondiendo el Rey, les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis».” (Mateo 25:37-40)

Según la Palabra, cuando uno auxilia o bendice a otros, es como si se lo hiciera a Él. Sin embargo, muchos aún hacen las cosas o sacrifican solo para recibir bendiciones y no para bendecir a otros. Pero, cuando uno sacrifica, es para convertirse en la bendición, no solo para recibir bendiciones. Sin embargo, el ser humano por naturaleza es egoísta cuando no ha nacido de Dios.

Pero, ¿cómo se identifica este tipo de condición?

La Palabra nos enseña así: “Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles».” (Mateo 25:41)

 

Maldito es un tipo de condición, y es uno quien la determina, no Dios, porque es uno quien está viviendo en desobediencia e incredulidad. Mientras uno no es transformado, ama la maldición porque no la quiere dejar ir y no busca la comunión con Él. Es decir, muchos están despreciando la comunión con Dios. El infierno no fue preparado para el ser humano, sino para el diablo y sus ángeles. Dios no envía a uno al infierno; es uno quien irá por las decisiones que uno tomó y eligió.

Sigue: “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis». Entonces ellos también responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?». Él entonces les responderá, diciendo: «En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos, tampoco a mí lo hicisteis». Y estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.” (Mateo 25:42-46)

Reflexione: ¿Cuántas personas nos encontramos en un día, espiritualmente y físicamente hambrientas?

Tal vez ellas solo estén en necesidad de una palabra, pero nosotros las ignoramos. Es más, tal vez esa palabra solo fue su testimonio y su experiencia con el Espíritu Santo, y no lo que Él realizó en su vida. Pero uno está demasiado preocupado por sí mismo, por su trabajo, por lo que tiene o no tiene, y no en la voluntad de Dios. Es ahí, en ese punto, donde uno regresa al principio: ¿Será que usted es indiferente a la voluntad de Dios?

Es una pregunta que uno debería hacerse todos los días, porque si uno no está siguiendo la Palabra como fue ordenada, no está cumpliendo con Él. Es decir, uno no está siendo como la oveja obediente y sumisa a Él. En otras palabras, uno se ha vuelto indiferente a Su voluntad.

Que Dios nos bendiga a todos.

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