La discreción

La discreción es una de las virtudes que no deben ser olvidadas cuando enfocamos el comportamiento espiritual que el cristiano debe mantener delante del Señor Jesús.

De hecho, si no hubiera una perfecta relación de unos con otros, difícilmente existiría una vida de perfecta comunión entre el hombre con Dios, en toda su plenitud.

Abordamos este asunto de una manera un tanto resumida, pero que servirá de base al lector para una vida plena de las bendiciones de Dios.

La desnudez de Noé

Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, teniendo vueltos sus rostros, cubrieron la desnudez de su padre. Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y le dijo: Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos. Dijo más: Bendito por mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo” (Génesis 9:20-27).

La desnudez de la cual trata esta narración se refiere a las fallas o errores del padre espiritual dentro de la comunidad cristiana, o sea, la Iglesia. El líder espiritual, el pastor, o quien estuviera lleno de la autoridad espiritual, tienen la obligación de mantenerse como ejemplo, delante de las demás personas que lidera, de la misma forma como el Señor Jesús fue ejemplo para sus discípulos.

El líder espiritual de la comunidad debe ser visto como si fuese el mismo Jesús y, por lo tanto, sus fallas, errores o defectos jamás deben ser vistos.

En la narración de Noé no se está juzgando la actitud de embriagarse y colocarse desnudo en su tienda, ni mucho menos que tal desnudez fuera descubierta por su hijo más joven, pero sí el procedimiento de éste hacia sus hermanos. Cam jamás debería haber comunicado a sus hermanos el haber visto la desnudez de su padre, y esto sirve también para la Iglesia. Nadie debe divulgar los errores de su padre espiritual y mucho menos los de sus propios hermanos, aunque sean los más íntimos.

Si acaso nos aconteciera un incidente como el de Cam, jamás debemos pasárselo a los demás, pues no todos tienen la estructura espiritual para soportar tal carga.

Todos los cristianos tienen su desnudez. Nadie es perfecto, ni puede considerarse como tal. El Espíritu Santo que habita en nosotros sabe perfectamente quién y cómo somos, y nuestra desnudez está delante de sus ojos; aun así, hace morada en nosotros. Entonces, ¿quién se encuentra en el derecho de revelar nuestra desnudez?

Podemos observar en este pasaje que Cam no les mintió a sus hermanos, pero no por eso dejó de cometer un gran pecado, al punto que su descendencia heredó una maldición. Que esto sirva de lección para todos los que, aun diciendo la verdad, al saber del error de un hermano, tienen la costumbre de divulgárselo a todos.

Este hecho es muy típico de las personas que, aun estando llenas de fe, no pueden, sin embargo, controlar los impulsos de su lengua delante de ciertas “oportunidades” que satanás les presenta. Es por eso que muchas personas hoy están en el infierno y no son pocas las que irán para allá por el simple hecho de tomar conocimiento de la desnudez de otros.

El apóstol Santiago nos amonesta mucho en cuanto a los pecados de la lengua y es nuestro deber frenarla:

“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo (…) Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo (…) Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” Santiago 3:2-10

El Señor Jesús dijo:

“¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre” (Mateo 15:17-18).

Bien, si Dios considera la lengua humana como fuego y como un mundo de iniquidad, entonces debemos tener todo el cuidado de filtrar nuestras palabras a fin de que no vayamos a colocar la “mies del Señor” en las llamas del infierno. Por esto mismo, cabe a cada uno de nosotros, que nos consideramos auténticos cristianos, apagar con el “Agua de la Vida” que habita en nosotros, en vez de “echar más leña al fuego”. Porque está escrito:

“El que cubre la falta busca amistad; más el que la divulga, aparta al amigo.” Proverbios 17:9

Realmente, cuando la Biblia se refiere a la discreción sobre el pecado ajeno lo hace para no poner en juego las muchas vidas que fueron rescatadas por la sangre del Cordero. Hemos visto a muchas personas abandonar la fe cristiana porque tomaron conocimiento de faltas, fallas o pecados de otros hermanos o pastores, los que, en un momento de debilidad cometieron serios delitos. No es que debemos buscar comprender sus fallas, no es que estamos aprobando sus actitudes, al contrario, ¡porque las reprobamos es que queremos que queden sepultadas!

La desnudez de Noé siempre existió, existe y siempre existirá mientras el hombre esté vestido de carne. Un retrato de la primera desnudez la encontramos en Adán. En aquella oportunidad Adán no oyó la voz del Señor en el jardín y, porque estaba desnudo, tuvo miedo y se escondió (Génesis 3:10). Fue preciso que Dios sacrificara un animal para sacarle su piel, a fin de hacer una vestimenta para Adán y Eva (Génesis 3:21). Hoy nuestra desnudez está cubierta con la sangre del Cordero de Dios, Jesucristo. ¡Aleluya! No debemos tener miedo y mucho menos escondernos, a no ser que alguien se interese en destaparla para que seamos objeto de vergüenza.

La única persona interesada en avergonzarnos delante de Dios y del mundo es el propio satanás. Debemos unir nuestras fuerzas y buscar tapar las faltas de nuestros semejantes, pero en especial la de nuestros hermanos en la fe, para que el diablo no consiga ninguna victoria sobre los seguidores del Señor Jesús.

Cuando se divulga por una comunidad cristiana la falta grave de un hermano o pastor, ésta será desparramada y se cumplirá lo que el Señor Jesús dijo:

“… Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá” (Mateo 12:25).

De hecho, si un hermano o un pastor comete un grave pecado, y este pecado llega a oídos del pueblo, naturalmente él tendrá de parte de algunos la comprensión y el amor, mientras que de otros tendrá repugnancia e indignación. Ahí comienza la división y, consecuentemente, la destrucción de aquella comunidad. Si el hermano o el pastor en falta permanece en el anonimato, ya se cuidará el Espíritu Santo de arreglar las cosas. Dios no permitirá que su hijo quede desnudo y sea motivo de caída para los demás hijos. Hablará en su corazón probablemente por su Santa Palabra, que penetra de manera tan eficaz que dispensa la ayuda de terceros.

Creo que podemos comparar estas actitudes condenables de la comunicación de pecados ajenos entre cristianos con un partido de fútbol. Los seguidores de Jesús se enfrentan a los seguidores de satanás y, después de varios ataques intentando meter un gol al equipo contrario, de repente, un cristiano mete uno en su propio arco. Entonces, para conseguir ganar aquel juego, el esfuerzo deberá ser el doble, aunque a veces la victoria es del equipo del diablo. Esto es, la Iglesia se disuelve, cada uno va por su propio lado y el Pastor Amado (Jesús) termina perdiendo numerosas ovejas.

Mi hermano y amigo, seamos todos prudentes en nuestra manera de hablar: “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo” (Santiago 3:2). Utilicemos nuestra boca exclusivamente para avergonzar a satanás, nuestro enemigo, y bendecir el nombre del Señor Jesucristo a través de la proclamación del Evangelio de la Paz en el mundo en el Nombre del Señor de los Ejércitos.

Continuará…

Si le interesa lea también: Sabiduría salvadora (Parte II)

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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