¿Qué provoca las pérdidas que sufrimos en la vida?
La Biblia, la Palabra de Dios, nos muestra personas reales que vivieron momentos difíciles para enseñarnos lecciones de Su fidelidad y verdad. Ellos no fueron diferentes de nosotros: enfrentaron problemas y fueron encontrados por Dios.
La Biblia nos enseña así:
“Palabra del Señor que vino a Joel, hijo de Petuel.
Oíd esto, ancianos,
y prestad oído, habitantes todos de la tierra.
¿Ha acontecido cosa semejante en vuestros días,
o en los días de vuestros padres?” (Joel 1:1-2).


Aquí vemos que no es una opinión humana, sino un mensaje divino. Es un llamado para que líderes (“ancianos”) y pueblo (“habitantes de la tierra”) presten atención. Es una advertencia sobre algo importante que estaba por suceder.


¿Qué era esta experiencia?

“Contadlo a vuestros hijos,
y vuestros hijos a sus hijos,
y sus hijos a la siguiente generación.
Lo que dejó la oruga, lo comió la langosta;
lo que dejó la langosta, lo comió el pulgón;
y lo que dejó el pulgón, lo comió el saltón” (Joel 1:3-4).

Era una experiencia tan impactante que debía transmitirse de generación en generación. Antes fueron plagas literales, pero hoy podemos entenderlas como todo lo que parece robarnos paz, esperanza o fuerzas.


Dificultades naturales vs. espirituales
Cuando Israel desobedecía a Dios, sufría plagas o derrotas. Hoy esas “plagas” pueden verse como cargas internas: pensamientos negativos, malas decisiones o influencias que nos alejan de Dios.

Los problemas espirituales buscan una sola cosa: separarnos de Él. Por eso, aunque haya dificultades o enfermedades, no debemos perder la fe ni dudar de Su Palabra.
La plaga simboliza pérdida total, mostrando cómo apartarse de Dios lleva a la ruina.


¿Quién quiere separarnos de Dios?
El mal, el diablo y todo lo negativo pueden manifestarse de muchas formas. A veces, incluso a través de relaciones. Por ejemplo: puede que a usted le guste alguien que le diga que buscar a Dios es una pérdida de tiempo. Poco a poco, esa influencia se convierte en una “plaga”. Por eso es vital pedir a Dios que bendiga nuestras relaciones y nos guíe.
Otro ataque sutil son las voces internas que nos hacen creer que no hay salida.

“Una cosa del demonio ha sido derramada sobre él, así que cuando se acueste, no volverá a levantarse” (Salmo 41:8).
Este pensamiento falso nos hace ver los problemas como castigos irreversibles. Pero no es así: Dios es el Padre de la esperanza, de la luz y de todo lo bueno. Cuando creemos lo contrario, quedamos atrapados.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta:
¿Cómo mantenerse enfocado y alcanzar la restauración?

Todo comienza con el arrepentimiento. Es el punto de partida para dejar atrás los errores y avanzar con Dios.
“Ceñíos de cilicio, y lamentaos, sacerdotes;
gemid, ministros del altar…
Promulgad ayuno, convocad asamblea;
congregad… y clamad al Señor” (Joel 1:13-14).
El cilicio —una tela usada en señal de arrepentimiento— representaba humildad. Hoy, esto significa reconocer nuestras fallas y tomar acciones reales para cambiar.

El pasaje también muestra herramientas: ayuno (disciplina espiritual), congregarse para oír Su Palabra y buscar a Dios especialmente en tiempos difíciles. La restauración empieza con un corazón sincero y decidido.

Reflexione: ¿Está usted tomando decisiones que lo acercan al éxito espiritual… o a la pérdida?