La rosa ungida (Parte 2)

Es interesante señalar que los fariseos, saduceos y todos los demás religiosos legalistas no estaban interesados ni se alegraban de que los enfermos se curasen, como tampoco, de que la alegría y el gozo del Señor Jesús se transmitiese a través de las personas que en otro momento eran despreciadas. Pobres y miserables, ¡no! La envidia y el egoísmo religioso cegaban a aquellos hombres, cuya finalidad era destruir lo que el Señor estaba construyendo. El Reino de Dios estaba penetrando en lo más íntimo de aquellos marginados por la sociedad, como fue el caso de María Magdalena, que antes era prostituta y, al encontrarse con el Señor Jesús, se transformó en una santa mujer. Y ¿no es exactamente lo que estamos enfrentando hoy en día? ¿Por cierto, no son los que se dicen seguidores del Señor Jesús los que están tirando piedras sobre nosotros? Recordemos lo que nos advierte la palabra del Señor que dice: “quien no está en contra de nosotros está con nosotros…” Esta verdad está siendo invalidada por la filosofía religiosa predominante de nuestro siglo.

Hay quienes nos llaman falsos profetas, mercaderes de la palabra de Dios, falsos Cristos, etc., pero no tienen el coraje de mirarnos con ojos espirituales, y aproximarse a nosotros con limpio corazón para ver de cerca que los cojos andan, los ciegos ven, los macumberos son liberados de la orgía de la brujería, los locos recuperan la razón, en fin, el Reino de Dios se propaga y Su Luz hace desaparecer las tinieblas de este mundo, especialmente en Brasil, donde se matan personas en los ritos supersticiosos con el objetivo de agradar a los orixás, negros-viejos, etc.

¿Estarán estos “santitos” osados interesados en ayudar al pueblo a encontrarse con Dios, o están sintiendo en la carne que sus ovejitas lanudas están dejando de comparecer a la asamblea social los domingos para ser trasquiladas?

Naturalmente, no nos estamos defendiendo de los ataques que sistemáticamente estamos sufriendo por parte de aquellos que se sientan a la misma mesa que nos sentamos nosotros para comer de un sólo pan y un sólo vino, ¡no! No tenemos necesidad de esto, pues nuestra vida está fundamentada, única y exclusivamente, en el Señor Jesús, y Él es nuestro único Abogado, delante del Padre. Sólo hablamos así para que el lector pueda liberarse de todo el sistema religioso difundido dentro de nuestra sociedad y gozar de todos los beneficios providenciales que recibimos por medio de la Cruz del Calvario.

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¿Aceptando menos?

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