“Moisés fue constituido por Dios con autoridad sobre todo el pueblo de Israel, a pesar de que discutió con Dios el liderazgo que Él le imponía. Podemos sentir el drama de Moisés delante de Dios en el capítulo 4 del libro de Éxodo. Fue en el desierto, en medio de muchas tribulaciones, problemas y dificultades, donde se dio una de las grandes rebeliones contra el siervo de Dios. Y es interesante notar que las rebeliones o indisciplinas se dan solamente cuando más se necesita de la unión y colaboración de todos. Moisés estaba afrontando un gran problema, el pueblo judío estaba cansado y harto del maná, lo que querían era carne. Pero en el desierto “no había ningún animal que pudiesen matar y comer. El pueblo se lamentaba contra Dios y Moisés, diciendo que, en Egipto, aun siendo esclavos, tenían buena cantidad de pescado, frutas, verduras, hortalizas, etc., y que “¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos”! (Números 11:6)
De ahí que María y Aarón, aprovechándose de estos problemas que Moisés estaba enfrentando y también de su debilidad al haber tomado por mujer a una etíope, buscaban llevar al pueblo a una rebelión contra el ungido del Señor, diciendo:
“¿Solamente por Moisés ha hablado el Señor? ¿No ha hablado también por nosotros? …” Números 12:2
Las insubordinaciones normalmente comienzan de esta forma: “Si el fulano tiene el Espíritu Santo, yo también lo tengo; entonces, si Dios hace la obra a través de él, la hará también a través de mí. Por lo tanto, no necesito estar por debajo de sus pies, y mucho menos tengo que dar cuenta de mis actos a nadie”. Y si alguien que está a nuestro lado no está aún liberado nos dará “ciertos consejos” inspirados por el propio satanás. Una vez de acuerdo con la otra persona, viene otra después, y luego otra y otra… hasta que la rebelión o insubordinación comienza a irradiar sus efectos diabólicos.
Continuará…
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Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo
