Prueba y Oración

Cuando somos incluidos por el Espíritu Santo en Sus planes, es con el propósito de que seamos testigos de que Sus promesas son verdaderas. Él no quiere que estemos aquí como personas religiosas.

Incluso hay personas que han asistido a una iglesia y siguen igual en la vida. Para empeorar la situación, estas mismas personas se han cegado en mente y entendimiento por el espíritu de la religión.

¿Cómo es que uno se ciega?

Para empezar, uno comienza a conformarse en su fe, luego empieza a renunciar a su fe y no logra alcanzar lo prometido, terminando desanimado. Este tipo de personas termina saliendo de una iglesia para buscar otra. Después de esto, saldrá de esa otra iglesia para buscar otra más. Saldrá de una religión y buscará otra.

Y la vida de esta persona seguirá igual. ¿Por qué?

Porque su entendimiento está cegado. La fe que este tipo de persona está usando no es una fe orientada por la Palabra de Dios. Uno no se orienta por la palabra de un hombre, sino por la Palabra.

Es por este motivo que uno debe leer y meditar todos los días para conocer cuál es la voluntad de Dios para su vida. Por ejemplo, cuando usted sale para trabajar, no va solo para ir, sino para trabajar. Igualmente, con los estudios: cuando uno va a la escuela o a la universidad, no va para que su vida siga igual. Uno quiere crecer y aprender. Del mismo modo, en el trabajo, uno quiere progresar.

Por lo tanto, uno tiene fe en sus acciones, que a través del trabajo progresará. También, uno tiene fe de que a través del estudio crecerá para progresar. Si en la vida natural es así, cuanto más en la vida espiritual.

¿De qué sirve que uno venga a la iglesia si no crece espiritualmente? ¿Y cuál es la mayor manera en la que uno sabe que está creciendo espiritualmente?

Cuando la fe de uno está en funcionamiento. En otras palabras, cuando uno pone su fe en práctica. La práctica implica vencer los problemas espirituales. Porque cuando vencemos en el mundo espiritual, algo grande de parte de Dios sucederá en nuestras vidas, que es recibir el Espíritu Santo.

La fe se materializa con el sacrificio. Lo siguiente que va a leer, léalo con paciencia para entender los detalles.

La Palabra de Dios nos orienta así: “Aconteció que después de estas cosas, Dios probó a Abraham, y le dijo: ‘¡Abraham!’ Y él respondió: ‘Heme aquí.’ Y Dios dijo: ‘Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.’ Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho. Al tercer día, alzó Abraham los ojos y vio el lugar de lejos. Entonces Abraham dijo a sus mozos: ‘Quedaos aquí con el asno; yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros.” (Génesis 22:1-5). Para referirse al versículo cuando habla del holocausto, se está refiriendo a cuando un animal que estaba muerto se sacrificaba como holocausto para ser quemado y convertirse en cenizas. También, en este tiempo, Abraham ya había alcanzado la mayoría de las promesas de Dios. Abraham entendía y tenía la visión de que cuando sacrificaba, lo hacía para adorar a Dios en agradecimiento por todos Sus hechos.

La Palabra de Dios continúa: “Tomó Abraham la leña del holocausto y la puso sobre Isaac su hijo, y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Y los dos iban juntos. Y habló Isaac a su padre Abraham, y le dijo: ‘Padre mío.’ Y él respondió: ‘Heme aquí, hijo mío.’ Y dijo Isaac: ‘Aquí están el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?’ Y Abraham respondió: ‘Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío.’ Y los dos iban juntos. Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y dijo: ‘¡Abraham, Abraham!’ Y él respondió: ‘Heme aquí.’ Y el ángel dijo: ‘No extiendas tu mano contra el muchacho, ni le hagas nada; porque ahora sé que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único” (Génesis 22:6-12). Sobre todo, el versículo se enfoca en temerle a Dios. En otras palabras, uno tiene que reconocer que Él es el principal, el mayor y el primero. También, uno tiene que reconocer que nuestro enfoque y corazón no deben estar en nuestra familia o en las personas, sino en Él. La familia y las personas nos pueden decepcionar en cualquier momento. No importa cuánto tiempo dediquemos a la familia o a una persona, siempre nospueden decepcionar. Pero Dios nunca nos decepciona. Uno tiene que enfocar y poner su corazón en Él.

La Palabra de Dios continúa: “Entonces Abraham alzó los ojos y vio, y he aquí, vio un carnero detrás de él trabado por los cuernos en un matorral; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham aquel lugar con el nombre de ‘El Señor Proveerá’, como se dice hasta hoy: ‘En el monte del Señor se proveerá.’ El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: ‘Por mí mismo he jurado, declara el Señor, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, de cierto te bendeciré grandemente, y multiplicaré en gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar, y tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos” (Génesis 22:13-17). Este versículo muestra que cuando uno sigue la voluntad de Dios, ninguna lucha podrá ser vencida por los enemigos.

Ahora vamos a hablar de la fe de Ana.

La Palabra de Dios nos guía así: “Había un hombre de Ramataim de Zofim, de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. Y tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina; y Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía. Este hombre subía todos los años de su ciudad para adorar y ofrecer sacrificio al Señor de los ejércitos en Silo. Y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran sacerdotes del Señor allí. Cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas; pero a Ana le daba una doble porción, pues él amaba a Ana, aunque el Señor no le había dado hijos” (1 Samuel 1:1-5). En referencia al versículo, en aquella cultura se permitía a un hombre tener otra mujer cuando su esposa era estéril, para tener hijos con esta otra mujer, pero él sólo tenía a Penina porque Ana era estéril. Sin embargo, la mujer que él amaba era Ana. Esto sucede muchas veces cuando un hombre tiene otra mujer; muchas veces no es porque no ame a su esposa, sino porque su esposa es estéril en algún aspecto. La mayoría de las veces este aspecto es espiritual y cualquier mujer que tenga problemas espirituales es problemática, así como Ana, quien iba a la iglesia al tabernáculo para sacrificar.

La Palabra de Dios sigue así: “Y su rival la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, la otra la provocaba. Y Ana lloraba y no comía.” (1 Samuel 1:6-7). Ana enfrentaba problemas y se deprimía incluso mientras estaba en la casa de Dios.

La Palabra de Dios continúa así: “Entonces Elcana su marido le dijo: ‘Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?’ Pero Ana se levantó después de haber comido y bebido en Silo, y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente. E hizo voto y dijo: ‘Oh Señor de los ejércitos, si tú te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo a tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza.’ Y mientras ella continuaba en oración delante del Señor, Elí le estaba observando la boca. Pero Ana hablaba en su corazón, solo sus labios se movían y su voz no se oía. Elí, pues, pensó que estaba ebria. Entonces Elí le dijo: ‘¿Hasta cuándo estarás embriagada? Echa de ti tu vino” (1 Samuel 1:8-14). Ana fue juzgada incluso por el pastor debido a su condición, reflejando cómo algunas personas en la iglesia juzgan sin entender.

 

La Palabra de Dios nos guía de esta manera: “Pero Ana respondió y dijo: ‘No, señor mío, soy una mujer angustiada en espíritu; no he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante del Señor. No tengas a tu sierva por mujer indigna; porque hasta ahora he orado a causa de mi gran congoja y aflicción.’ Respondió Elí y dijo: ‘Ve en paz; y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho.’ Y ella dijo: ‘Halle tu sierva gracia ante tusojos.’ Y la mujer se puso en camino, comió y ya no estaba triste su semblante. Y se levantaron de mañana, adoraron delante del Señor y regresaron de nuevo a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y el Señor se acordó de ella” (1 Samuel 1:15-19). Un detalle muy importante para reflexionar: si él destaca que esta noche Elcana buscó a Ana para tener intimidad sexual, es porque ella cambió. Su semblante ya no mostraba más lágrimas, ni estaba sumida en la depresión, la melancolía o la tristeza, porque mientras ella solo oraba, no le pasó nada. Cuando hizo un voto poderoso, su condición interior cambió.

Mientras no cambie interiormente, no verá cambios exteriores.

¿Y por qué solo después del voto Ana tuvo esta experiencia?

Porque hubo una entrega total, una entrega completa. Ella colocó su deseo en el altar para servir a Dios, no para servirse a sí misma. Algunas personas no reciben lo que piden a Dios porque lo quieren para sí mismas, no para glorificar Su nombre, sino para glorificarse a sí mismas. Por lo tanto, ya sea por el Espíritu Santo o cualquier cosa que desee, un sueño que tenga, que sea para glorificar el nombre del Señor Jesús.

Dios le bendiga

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