¿Qué copa estás levantando?

¿Antes de tomar una decisión, a quién consultamos?

Si uno estuviera pasando por un caso donde necesitara a un profesional que le ayudara, entonces lo buscaría. Por ejemplo, si a uno lo están demandando, va y busca un abogado para que lo represente. O, si uno estuviera enfermo, busca a un doctor o especialista para que le diga qué tipo de tratamiento es mejor.

En otras palabras, si uno es sabio y no entiende lo que está pasando, debe buscar a alguien que le ayude a tomar una buena decisión. Y, aunque a uno no le guste, igual lo hace porque sabe que la sugerencia de estos profesionales lo sacará del problema en el que se encuentra.

Estos son ejemplos de una voluntad que se niega a sí misma, porque —si somos sinceros— a lo humano no le gusta buscar ayuda. Uno siempre quiere resolver sus propios problemas o dificultades. Pero si uno no buscara a estos profesionales, su situación empeoraría, o peor aún, podría llevarlo hasta la muerte.

Por eso, el Salmista escribió en la Biblia, inspirado por Dios, así:
“¿Qué daré al Señor por todos sus beneficios para conmigo? Alzaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, sí, en presencia de todo su pueblo” (Salmo 116:12–14).

Aquí, el Salmista nos revela que el Señor nos ha dado el privilegio de la copa de la salvación. Esta copa es la que abre todos Sus beneficios en nuestra vida. Pero ahí está la respuesta: uno solo puede levantarla cuando sacrifica su propia voluntad y se niega a sí mismo para hacer la voluntad de Dios.

¿Pero qué copa estamos levantando cuando no levantamos la de la salvación?

La Biblia nos enseña:
“Y oí una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: Id y derramad en la tierra las siete copas del furor de Dios” (Apocalipsis 16:1).

Este versículo es la introducción a las siete copas que levantamos cuando vivimos fuera de la voluntad de Dios; copas que están bajo Su ira.

Estas copas no tienen misericordia como la de la salvación; solo traen juicio contra el mal.

Lo que representa cada copa (Apocalipsis 16:2–17):

  • Corrupción
  • Muerte
  • Contaminación
  • Tormento
  • Confusión
  • Preparación
  • Juicio

Todas estas copas representan las consecuencias de no tener la salvación. Por eso, cada vez que uno toma una decisión, debe consultar con el Señor. Si uno no hace esto, es como vivir en una casa sin techo: está expuesto a toda plaga del mundo.

Por eso la Biblia afirma:
“Porque hay un cáliz en la mano del Señor, y el vino fermenta, lleno de mixtura, y de este Él sirve; ciertamente lo sorberán hasta las heces y lo beberán todos los impíos de la tierra” (Salmos 75:8).

Es decir, la justicia o la furia de Dios caerá sobre todos los que no se sometieron a Su voluntad.
Los impíos son todos aquellos que no quisieron consultar con Dios ni levantar la copa de la salvación.

Jesús dijo: “¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras” (Marcos 14:36).

Jesús tomó la copa de la ira por la voluntad de Dios para que nosotros pudiéramos tener salvación. Él lo dio todo y bebió esa copa en nuestro lugar. Pero somos nosotros quienes, en vez de tomar la copa de la salvación, seguimos bebiendo de aquello que ya fue pagado.

Con todo esto dicho, reflexione:
¿Está consultando con Dios… o levantando copas que Cristo ya tomó en su lugar?

Él nos da todos los beneficios para que seamos exitosos en todo, pero siempre debemos consultarlo a Él primero.

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