Gran parte de la población está agotada, sobrecargada y ansiosa debido a la falta de administración sobre sus propios pensamientos. Estudiosos de la mente humana discurren acerca de la enorme capacidad del cerebro de producir millares de pensamientos, variando entre 10 y 70 mil diariamente. Eso quiere decir que, por hora, un vastísimo número de planes, intentos, ideas, reflexiones, juicios y muchas otras conjeturas puede pasar dentro de nuestra cabeza. Lo que la mayoría de las personas desconoce es que, a pesar de que muchos pensamientos se originan dentro de nosotros mismos, otros son sugeridos por espíritus inmundos que notaron en la mente humana un campo fértil para lanzar sus dardos inflamados. Es decir, en la guerra de Satanás contra Dios y contra el hombre, su ataque más cruel comienza al incitar malos pensamientos en el intelecto de las personas que, si son aceptados, darán origen al miedo, a la inquietud, a la envidia, al rencor, a la tristeza, a la impaciencia, a las peleas y a tantos otros males.
Inesperadamente, surgen como moscas que buscan dónde posar para poner sus huevos. Esos malos pensamientos vienen para incitar al ser humano a tener actitudes incorrectas. ¿Quién nunca vio a esas moscas insistentes, que rondan durante horas hasta alcanzar su objetivo? Así también son los demonios con sus sugerencias malignas. Ven en las personas un terreno de cultivo. O sea, saben que los pensamientos definen la vida de alguien, por eso, intentan inspirar a mentes para depositar sus semillas malignas que, una vez cosechadas y nutridas, darán malos frutos.
Y no piense que los malos pensamientos se van por sí mismos. Tampoco crea que simples distracciones lo ayudarán a vencerlos. Es necesario confrontar al autor de ese mal, reprendiendo a Satanás y resistiendo a su embestida. Combatir los malos pensamientos exige enfrentar al propio diablo, tan pronto como sople sugerencias que contrarían nuestra fe.
En la guerra por la Salvación del alma, jamás debemos olvidarnos de que los conflictos espirituales más difíciles serán trabados en nuestro interior. Desde el primer día en el que nos convertimos al Señor Jesús hasta el último segundo de nuestra vida en este mundo, tendremos que luchar constantemente contra las dudas, las incertidumbres, las preocupaciones, los recuerdos malos del pasado y todo tipo de situación que viene para robar nuestra confianza en Dios o hacernos pecar.
Esa lucha intensa, y por momentos incluso violenta, es bien descripta por el apóstol Pablo, días antes de ser ejecutado, en las palabras finales a su discípulo Timoteo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).
Para vencer los malos pensamientos, necesitamos andar en Espíritu, o sea, en la fe. Siempre digo que vivir en Espíritu es lo mismo que vivir en la dependencia de la fe todos los días. Pero no piense que se puede andar en Espíritu y alimentar los pensamientos malos simultáneamente. No es posible un día creer en el cumplimiento de las promesas bíblicas y en el otro estar sumergido en dudas sobre la existencia de Dios o de Su fidelidad. Solo vive así quien queda pasivo delante del asedio maligno a su intelecto, quien acepta la inmundicia del diablo en su mente.
La conquista de la Salvación no es fácil. Y el Señor Jesús nunca dijo que sería fácil vencer esta guerra espiritual, ¿no es así? Suelo decir que “no vamos a entrar al Cielo tocando el violín”, o sea, trabaremos un conflicto ininterrumpido aquí antes de que tomemos posesión de la vida eterna.
Para conservar la Salvación que recibimos de Dios, necesitamos estar conscientes de que fuimos salvos, estamos salvos y seremos salvos si nos mantenemos fieles hasta el fin. Para eso, uno de los grandes obstáculos que tenemos es, permanentemente, blindar nuestra mente y librarnos de los pensamientos intrusos que nada tienen que ver con lo que creemos.
Al leer inicialmente las Palabras del Señor Jesús en las analogías de la puerta estrecha y de la senda angosta (conforme está escrito en Mateo 7:14), no tenemos idea real de cuán difícil es la Salvación. Solamente entendemos el peso de Sus enseñanzas delante de las tentaciones, de los desiertos y de los desafíos que enfrentamos a lo largo de nuestra jornada cristiana. Por lo tanto, uno de los secretos para que nos conservemos en el Reino de Dios se refiere a la vigilancia y a la oración en espíritu, principalmente, cuando surgen los malos pensamientos.
Mensaje sustraído de: Cómo Vencer Sus Guerras por la Fe (autor: Obispo Edir Macedo)
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