Las experiencias adversas en la infancia (EAI) son situaciones potencialmente traumáticas que ocurren antes de los 18 años y que pueden dejar una huella profunda en la salud física, emocional y mental de una persona. Estas vivencias abarcan el maltrato físico, emocional, abuso sexual y diferentes formas de negligencia. Esta última se da cuando un padre, madre o cuidador no proporciona lo básico para el desarrollo del niño —como alimento, abrigo, educación, atención médica o supervisión adecuada— aun cuando tienen los medios o el apoyo para hacerlo.
En los Estados Unidos, estas experiencias son más comunes de lo que se piensa. Casi dos de cada tres adultos reportan haber vivido al menos una EAI, y uno de cada seis estuvo expuesto a cuatro o más antes de alcanzar la mayoría de edad. Prevenir estas situaciones no solo protege la infancia, también podría evitar millones de casos de enfermedades graves como la depresión o afecciones cardíacas.
Sin embargo, incluso si se vivieron experiencias difíciles en la niñez, no todo está perdido. El cerebro humano tiene una increíble capacidad de adaptación y sanación, tanto en la infancia como en la adultez. Con apoyo adecuado, acompañamiento terapéutico, relaciones saludables y decisiones conscientes, es posible reconstruir lo que fue dañado. Las cicatrices del pasado no definen tu destino: siempre hay caminos hacia la sanación, hacia una vida más plena. No estás solo y nunca es tarde para comenzar a sanar.
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