El origen del caos (Parte III)

Dios es luz, orden y disciplina; y con Él no puede habitar el error, el pecado y la oscuridad. Por esto, Él fue obligado a hacer con el hombre lo mismo que con lucifer, lo expulsó de Su presencia.

Hasta entonces, la naturaleza colaboraba con el hombre. No necesitaba sudar para sacar el fruto de la tierra, al contrario, la tierra gentilmente producía todo su sustento, porque él y la tierra eran hermanos por la creación divina. A causa de su rebelión contra el Creador, el hombre tiene hoy que luchar y sudar lo inimaginable para extraer el fruto de la tierra y el pan de cada día. Muchas veces sin ningún éxito, por lo que es consumido por el hambre, la miseria y la desgracia.

Impotente, exteriormente religioso, científico, culto y elegante, el mundo está dominado por los principios satánicos. Bajo su engañosa apariencia exterior, es una caldera ardiendo por ambiciones nacionales e internacionales, rivalidades comerciales y lágrimas escondidas tras una sonrisa. Satanás y su ejército de espíritus malignos (Daniel 10:13 y Efesios 6:12) son los agentes invisibles y la causa real del poder y de la inteligencia de los dictadores y de todos aquellos que buscan y usan su poder terrenal para el mal. Estos son los dirigentes visibles. Los ejércitos y las guerras periódicas que producen muerte, violencia y desolación, son los acompañantes indispensables.

En el escalafón de la organización, satanás ejerce dominio sobre los espíritus caídos que le siguieron en su rebelión. Su autoridad es, sin duda, un atributo que le fue concedido por sus siervos. Estos espíritus, habiendo decidido seguir a satanás, en vez de permanecer leales a su Creador, fueron confirmados irremisiblemente en la maldad y abandonados al error. Asimismo, están en completo acuerdo con su príncipe y le rinden servicio voluntario en los diferentes trabajos y situaciones para los que son usados, en un reino altamente organizado (Mateo 12:25). Tal decisión de rebelión los unió para siempre en un programa de engaño y de inevitable condenación.

Aunque el conocimiento de satanás sea agudo y sobrenatural, no es un conocimiento santo y salvador. Sus demonios creen y se estremecen (Santiago 2:19), pero siendo confirmados en la maldad, nunca buscan el perdón y la pureza. Tienen un profundo conocimiento de que Jesús es el Señor del mundo espiritual, pero su confesión no envuelve una confianza salvadora o una sumisión voluntaria. Respetan a Cristo (Mateo 3:11), pero tal respeto no viene del amor por una santa comunión, sino por la inclinación de una voluntad inferior a una superior, en odio y resentimiento.

Los actos de los poseídos indican que los demonios los poseen, en algunos casos con propósitos de gratificación sensual y usando todo tipo de impurezas. Eso puede explicar el deseo de los poseídos de vivir en un estado de desnudez, tener pensamientos licenciosos (Lucas 8:27) y frecuentar lugares impuros, como las tumbas.

La naturaleza viciosa y vil de los demonios se demostró en el deseo que tuvieron de entrar en los cerdos (Marcos 5:12) y en su actividad de la proclamación del amor libre (1 Timoteo 4:3), con la destrucción moral de una sociedad ordenada.

Al lado de su inteligencia sobrehumana y de su moral viciada, los demonios poseen una fuerza asombrosa. Tienen el poder sobre el cuerpo humano para causar:

– mudez (Mateo 9:32-33)

– ceguera (Mateo 12:22)

– demencia (Lucas 8:26-36)

– deseos suicidas (Marcos 9:22)

– y diversos defectos y deformaciones físicas (Lucas 13:11-17).

No hay razón para pensar que el diablo y sus ángeles hayan dejado de actuar en la actualidad como lo hacían en los días de los apóstoles.

El apóstol Juan escribió que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19). En el texto original encontramos la idea de que “todo el mundo está adormecido en el sueño del maligno”. Satanás, según lo enseñado por el Señor Jesucristo, actúa como un padre con los que le pertenecen, pero como un padre desposeído de misericordia (Juan 8:44). Satanás es reconocido como rey y dios de este siglo. Su reino es el de las tinieblas y el de la muerte (Hebreos 2:14 y Judas 1:9), un reino espiritual y maligno que opera en los hijos que desobedecen cegando los ojos al entendimiento, para así no comprender la salvación que hay en Cristo Jesús (Efesios 2:2-3; 2 Corintios 4:3-4; 1 Juan 3:10; Juan 12:31; 14:30 y 16:11 y Hechos 26:18).

El diablo continúa ejerciendo sobre los incrédulos el mismo dominio que ejerció sobre Adán cuando pecó. El pecado del hombre es la influencia satánica sobre él, estando de esa forma, unidos y estrechamente relacionados entre sí (Juan 1:3-8).

La incredulidad lleva al castigo de la condenación eterna (Marcos 16:16) y es el resultado de la obra perniciosa del maligno en el hombre (Efesios 2:1-2; 2 Corintios 4:4; Mateo 13:25). Todos los que rechazan el Evangelio actúan influenciados por satanás, ya que los tiene bajo su poder (Hechos 26:18 y Colosenses 1:13). La propia negación de la existencia de los demonios es prueba de la obra de ellos en el corazón del hombre (2 Corintios 11:14).

Continuará…

Si le interesa lea también: El origen del caos (Parte II)

Libro: En Los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

Compartir:

Nuestra Salud

https://www.youtube.com/watch?v=7V9mJjYPP3w ¿Qué riesgos enfrenta una mujer al ser multitareas? Aunque todos podemos sufrir dificultades de salud, las mujeres, por su

leer más

Ni de broma

¿Cómo cerrar las puertas al mal? Estamos viviendo en una época donde todo está al alcance de la mano: fiestas,

leer más