El acusador frente a la Iglesia de Jesucristo (Parte I)

Oponerse a la voluntad de Dios es el primer objetivo del maligno.

Oponerse a la voluntad de Dios es el primer objetivo del maligno. En la Biblia él también es llamado:

– “adversario” (Job 1:6; Mateo 13:39; Zacarías 3:1 y 1 Pedro 5:8)

– “diablo”, “acusador” (Génesis 3:1-5; Job 1:9,11; 2:4-5 y Apocalipsis 12:10).

La intromisión de su voluntad en la voluntad divina fue la apostasía original, trayendo como consecuencia la exaltación del ego (el “yo”) contra todo lo que se llama Dios y es objeto de culto (2 Tesalonicenses 2:4). Desde la muerte de Abel hasta la matanza de los niños inocentes por Herodes, puede observarse el implacable odio de satanás contra la semilla prometida, su antagonismo hacia el Mesías de Dios y el propósito divino que se realizaba en él.

Podemos discernir la tremenda resistencia venenosa de satanás y sus demonios a los planes de Dios y sus propósitos en Cristo cuando se le presentó en el desierto para tentarle y en los tremendos disturbios que iba produciendo a fin de frustrar su ministerio público, por ejemplo la traición de Judas, la negación de Pedro y la terrible ceguera y engaño de los líderes judíos.

Lo mismo vemos en los análisis de la historia de la Iglesia, hasta la última y terrible batalla entre Dios y los demonios en Armagedón (Apocalipsis 16:13-16).

En la parábola de la cizaña, Jesús habló de la hierba dañina que es sembrada por el diablo (Mateo 13:38-39). El apóstol Pedro advirtió sobre sus asechanzas (1 Pedro 5:8).

La furia de satanás está especialmente dirigida sobre la Iglesia de Cristo.

– Sus demonios procuran destruirla por todos los medios (Mateo 16:18).

– Intentan impedir a sus fieles que acepten la Palabra de Dios (Lucas 8:12).

– Diseminan doctrinas erróneas (Mateo 13:25; 1 Timoteo 4:1).

– Fomentan persecuciones contra el reino de Cristo (Apocalipsis 12:7).

Es obvio que la llamada opresión del diablo es, en su mayor parte, obra de sus emisarios y siervos, los demonios. Gran parte de su colosal actividad es delegada a ellos, ya que satanás no es omnipresente, ni omnipotente, ni omnisciente.

Los demonios angustian a la humanidad desordenando la mente en su posesión demoníaca (Marcos 1:23-27 y 5:1-20).

Continuará…

Si le interesa lea también: El origen del caos (Parte III)

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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