“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:1).
Es nuestro gran deseo, a través de este libro, traer a la luz la razón por la que tanta gente viene sufriendo y hace sufrir a otros en este mundo, y mostrando la salida a los más variados tipos de problemas que las personas viven. Además, queremos también despertar la fe del lector a fin de que éste participe de todo a lo que tiene derecho delante de Dios Padre y a través del nombre del Señor Jesucristo por obra y gracia del Espíritu Santo.
Notamos que en los dos primeros versículos del Génesis hay algo que, a primera vista, parece incoherente. En el primero se afirma que Dios creó los cielos y la Tierra; y en el segundo, que la Tierra estaba desordenada y vacía. ¿Se puede comprender que Dios haya creado algo sin forma y vacío? ¿Si lo hizo así, por qué? ¿Con qué fin?
En el principio, cuando Dios creó los cielos y la Tierra éstos eran tan perfectos como Él. Eso es obvio, ya que las obras de Sus manos no podrían salir con fallas o defectos, ya que Él es Dios y no es hombre. Para Él no existen límites, debido a sus atributos de omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia. “Alaben el nombre del Señor, porque sólo su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos” (Salmo 148:13).
Nunca podremos encontrar en nuestro Dios alguna imperfección, pues está escrito:
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién examinó al Espíritu del Señor o le aconsejó y enseñó? ¿A quién pidió consejo para poder discernir? ¿Quién le enseñó el camino del juicio o le dio conocimiento o le mostró la senda de la prudencia? He aquí que las naciones son para él como la gota de agua que cae del cubo, y como polvo menudo en las balanzas le son estimadas. He aquí que las islas le son como polvo que se desvanece. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas las naciones delante de él; para él cuentan menos que nada, menos que lo que no es. ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40:12-18).
Este texto nos muestra lo que realmente es Dios y nuestra mente nunca podrá concebir toda Su gloria, poder y majestad, ya que somos infinitamente limitados, razón por la cual creemos, que cuando Dios creó los cielos y la Tierra, éstos eran perfectos como Él lo es.
Continuará…
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Libro: En Los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

