¿Qué te está impidiendo dar el siguiente paso?
El ser humano siempre atraviesa diferentes etapas en la vida: mala economía, trabajos sin futuro, relaciones sin compromiso, enfermedades… En fin, hay muchas dificultades que pueden surgir cada día.
Pero, ¿será que son esas cosas las que realmente nos detienen?
La Palabra dice: “Cuando Jesús vio que se agolpaba una multitud, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno: sal de él y no vuelvas a entrar en él’” (Marcos 9:25).


Si leemos con atención, nos damos cuenta de que el joven no tenía una relación con Jesús, porque si la hubiera tenido, ese mal no habría estado en él.


Cuando no hay determinación en la fe, el mal se fortalece. Sin firmeza espiritual, uno puede terminar peor que al principio.
Por eso somos advertidos así: “Entonces dice: ‘Volveré a mi casa de donde salí’; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada” (Mateo 12:44).
Si uno tiene un propósito, necesita tener determinación. No puede conformarse con que el mal siga actuando en su vida.

El Señor puede liberarnos por medio de Su Palabra, pero si no hay una fe firme ni determinación, somos nosotros mismos quienes detenemos el cambio.

Todos necesitamos ser revestidos para enfrentar el mal que busca detener nuestro avance en Cristo Jesús.
Por eso, después de ser liberado, se recomienda que la persona se bautice en las aguas. No se trata de recibir bendiciones materiales o algo de valor físico, sino de acercarse a Él y tener una comunión verdadera con Jesús, quien entregó Su vida para liberarnos de los males que intentan afligirnos.
“Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido” (Gálatas 3:27).

El Señor Jesús es nuestro Salvador y todos los que creen en Él no solo serán liberados, sino también salvos. Esa es Su justicia.