Separación del mal

¿Por qué hay personas que no pueden separarse del mal que los afecta?

La Palabra siempre nos ha prometido que seremos limpiados de cualquier mal que nos quiera afectar. Sin embargo, muchos, aunque asisten a la iglesia, aún viven con un mal que no pueden superar.

La Palabra nos promete así:

“Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7).

Según la Palabra, uno será limpiado para quedar blanco como la nieve. Esto significa que será purificado de toda plaga, sin mancha alguna, para quedar como nuevo.

Pero, si la limpieza está prometida, ¿por qué muchos no la han recibido?

La Palabra nos revela:

“Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).

Ahí está el punto clave: para que uno pueda superar los males que lo afectan, debe someterse a Dios. Es decir, para ser limpiado, uno debe creer en lo que está escrito y someterse a esa Palabra. Muchos, en este momento, están pasando por luchas, dificultades y malos momentos porque no se han sometido a Dios ni a Su Palabra.

La fe necesita sumisión para que la promesa de la Palabra pueda dar fruto en nuestra vida; sin sumisión, la promesa no puede obrar.

 La Palabra revela más:

“Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré” (Ezequiel 36:25).

Cuando la Palabra habla de “agua limpia”, se refiere a lo que está escrito. Es lo que está escrito lo que nos limpia de todas las impurezas, tanto interiores como exteriores.

¿Qué son estas impurezas?

Rencor, vicios, enojos, envidia, infelicidad —no solo propia, sino también ajena—, depresión, enfermedades y todo aquello que genera pensamientos o intenta separarnos de Dios. Muchos están atrapados en hacer solo su propia voluntad. Se dice atrapados porque llevan tiempo haciéndola y no ven resultados. Esto también incluye a quienes asisten a la iglesia y quieren hacer las cosas a su manera en lugar de como Dios las tiene planeadas.

Un ejemplo de fe incompleta está en la Biblia:

“Llegaron a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que lo tocara. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo? Y levantando la vista, dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan” (Marcos 8:22-25).

Aquí se entiende que el Señor Jesús sanó al ciego parcialmente, pero no fue exactamente así. El problema era que la fe del ciego era parcial, no la de Jesús, porque Él sabía que podía sanarlo. Como el ciego no tenía una sumisión completa, no podía ser completamente sanado, ya que no estaba entregado ni tenía suficiente fe para recibir la sanidad. Como se mencionó anteriormente, la fe necesita sumisión; sin ella, la promesa no puede cumplirse ni obrar en su interior.

Con todo esto, y respondiendo la pregunta inicial: para que haya separación del mal y uno sea limpiado, debe posicionarse en completa sumisión ante la Palabra y ante Él.

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