Por tener una visión espiritual de la vida, Abraham, por la fe, se hizo extranjero en este mundo, pues buscaba para sí una patria superior. El patriarca anheló por la morada de Dios mientras peregrinaba y acampaba, en obediencia, en su tienda simple rumbo a la Tierra Prometida. Aunque no tengamos registro de que el Altísimo le haya prometido la Nueva Jerusalén, la intimidad de Abraham con Dios era tan grande que él tenía certeza de que había una ciudad celestial para los de la fe. Vea:
Porque esperaba la ciudad que tiene cimientos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hebreos 11:10
Por eso, no eligió las llanuras del Jordán, como Lot, que buscaba facilidades. Al contrario, enfrentó, de modo sumiso, el largo período de caminata por el desierto y por las regiones desconocidas. Tuvo, también, coraje para luchar contra los peligros, contra las imposibilidades terrenales, e incluso decir “¡Heme aquí!” todas las veces que el Todopoderoso le pedía algo. Sus ojos veían más allá, por eso Abraham pudo avistar un hogar que no estaba hecho por manos humanas. Mientras salvaguardaba su fe en los desiertos, su sobrino Lot se establecía en una acogedora casa en Sodoma, hacía buenos negocios y disfrutaba de lo mejor que el lugar le podía ofrecer; sin embargo, todo eso en medio de los hombres más corruptos de aquella época (Génesis 13:11-13).
Así, percibimos que, mientras el hombre carnal tiene sus ojos fijos en el “aquí y ahora”, el hombre espiritual sabe que todo lo que es terrenal se desvanece y se acaba. El espiritual reúne todos sus esfuerzos por la búsqueda de aquello que permanece y tiene fundamento para el alma.
La visión de Abraham ilustra cómo la fe nos coloca en la vanguardia. El apóstol Pablo afirmó eso, al registrar que el Evangelio, es decir, las Buenas Nuevas que anuncian la Obra Redentora del Señor Jesús, ya había sido revelado al patriarca de aquella época (Gálatas 3:8). Esto significa que mucho tiempo antes de que la Ley fuera dada a Moisés, Abraham ya vivía la bendición de la vida y de la Salvación por la fe, pues había entendido que la fe era preciosa y traía justificación para la eternidad. Por eso, el Señor Jesús usó el testimonio de Abraham cuando les dijo a los religiosos judíos que el patriarca había estado adelantado a su tiempo, al ver y alegrarse con la venida de Él y de Su Obra.
continuara…
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