El arrepentimiento (Parte 1)

«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios» (Apocalipsis 2:7) 

Algunas veces durante Su ministerio terreno el Señor Jesús usó la expresión: «Quien tiene oídos para oír, oiga…»; y al finalizar esa carta, Él la usa nuevamente, probablemente queriendo dar el mismo sentido que las veces anteriores, porque en aquellas oportunidades el Señor usó esa expresión, en la mayoría de las veces al final de las parábolas, las cuales se referían a la vida eterna. Y el sentido es que ni todos tienen oídos para oír la Voz de Dios. El espíritu de aquella generación que el Señor encontró aquí en la tierra es el mismo de hoy en día: casi todos están muy ocupados y preocupados en salvar sus propias vidas al intentar ganar cada vez más dinero para satisfacer sus caprichos personales de manera que el Espíritu Santo casi no ha encontrado respuesta a Su habla. En cuanto a eso el Señor Jesús dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, níeguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?» (Mateo 16:24-26). ¿Quién tiene oídos para oír esas palabras y colocarlas en práctica?

En todos los deshechos de las cartas nosotros siempre encontramos una promesa para aquel que fuera vencedor, significando que hay una verdadera batalla que cada uno de nosotros tiene que enfrentar con el fin de conquistar el Reino de Dios. Y el hecho es que las batallas por la vida eterna son individuales. Cada uno tiene que luchar sus propias luchas y así conquistar su propia salvación. Nosotros podemos ayudar unos a los otros con oraciones, ayunos, dar coraje con palabras de fe, etc., sin embargo, existen batallas personales e intransferibles que cada uno tiene que enfrentar por sí mismo; es como comer, beber y hacer la propias necesidades fisiológicas: nadie puede hacer por el otro. Así también es la batalla por la vida eterna. Además, el Señor Jesús dijo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12).

Entonces tiene que haber un esfuerzo de cada uno para haber también conquista de cada uno. El árbol de la vida que fue perdida en el Edén será restaurada sólo para aquellos que vencen el pecado por la Sangre, por la Palabra, por el Espíritu y por el Nombre del Señor Jesús, es decir, a los vencedores.

«Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).

Continuará…

Si le interesa lea también: Carta a la Iglesia de Éfeso (Parte 5)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

 

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