El mayor de todos los avisos Parte 3

Hay muchas personas dentro de las iglesias que son como el joven rico: colmadas de bendiciones, pero perdidas porque no están salvas

Hay muchas personas dentro de las iglesias que son como el joven rico: colmadas de bendiciones, pero perdidas porque no están salvas. Para ellas, “lo único que les falta” se convirtió en el todo que les impide tener su nombre en el Libro de la Vida.

No me dejo engañar con iglesias llenas ni con muchos obreros y pastores, pues sé que pocos —realmente muy pocos— son los que toman su comunión con Dios en serio.

Gran parte de los conocedores del Evangelio cree que ser fiel a Dios de vez en cuando ya es suficiente para que Él quede “satisfecho”. Llevan una vida tibia y religiosa, y creen que, en el último instante, tendrán la oportunidad de arrepentirse y ser salvos. Ya oí a personas así decir que tendrán fuerzas para no negar al Señor Jesús si tienen que morir por Él. Difícil que eso sea verdad… Si no son fieles en vida, ¿cómo permanecerán firmes en la fe en el momento del peligro y de la muerte? Es difícil tener la muerte de un justo si la persona, conscientemente, opta por vivir en la injusticia.

La terrible declaración de que el fuego y el azufre torturarán almas perpetuamente no es una amenaza o una exageración de parte de Dios, sino una realidad para todos los que viven fascinados con este mundo, con sus encantos y con sus ilusiones. La condenación eterna es una realidad para aquellos que prefieren vivir en el pecado antes que vivir en la santidad de la presencia de Dios. Aman más al pecado que a la rectitud, más a la mentira que a la verdad, más a las tinieblas que a la luz.

Y este es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas. (Juan 3:19)

Continuará…

Libro: Secretos y Misteriosos del Alma

Autor: Obispo Edir Macedo

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